
Herpes zóster
El herpes zóster es una enfermedad frecuente, especialmente en personas mayores de 50 años. Es producida por el mismo virus que la varicela que tras la infección, habitualmente en la infancia, permanece en el cuerpo y puede reactivarse ocasionando lesiones en la piel y dolor.
Qué es el herpes zóster
El herpes zóster (HZ), también conocido coloquialmente como “culebrilla”, es una enfermedad frecuente, especialmente en personas mayores de 50 años, generada por la reactivación del virus varicela zóster (VVZ), el mismo que causa la varicela.
Se estima que el 30% de las personas padecerán la enfermedad a lo largo de la vida, llegando al 50% en personas mayores de 85 años.
La varicela es la fase aguda de la primera infección con el virus, generalmente en la infancia. A partir de entonces el virus permanece latente (inactivo) en el cuerpo, en las fibras nerviosas.
Si el sistema inmune se debilita, por algunas enfermedades o tratamientos, o por el propio envejecimiento, este virus puede reactivarse y producir el herpes zóster.
Las personas con herpes zóster pueden transmitir la enfermedad, a través del contacto directo con las lesiones de la piel, a personas que no hayan padecido la varicela o no estén vacunadas.
Síntomas y evolución
La enfermedad se caracteriza por una erupción en la piel, con enrojecimiento y aparición de pequeñas vesículas o ampollas, acompañada de dolor, picor o sensación de quemazón que generalmente se inicia durante los dos o tres días previos a la aparición de estas lesiones. Posteriormente las lesiones se van transformando en costras, unos 4-5 días más tarde.
Las zonas más afectadas suelen ser el tronco y la zona lumbar, habitualmente siguiendo en un lado la zona de piel inervada por el nervio afectado, pero pueden aparecer en cualquier zona del cuerpo, como en la cabeza y en la cara, y en ocasiones producir afectación ocular (herpes zoster oftálmico), ótica (herpes zoster ótico) y en casos más raros, meningitis o encefalitis.
Lo más frecuente es que se resuelva espontáneamente en unos 7 días, pero en ocasiones pueden aparecer complicaciones, siendo la neuralgia postherpética la más frecuente, caracterizada por la persistencia del dolor tras la desaparición de las lesiones cutáneas más allá de los 90 días.
La aparición de la neuralgia postherpética, al igual que el herpes zóster, se incrementa con la edad y con determinadas condiciones de riesgo.
Diagnóstico y tratamiento
El diagnóstico se realiza mediante la evaluación del médico y la exploración de las lesiones. Raramente es necesario analizar una muestra del contenido de las ampollas para detectar el virus.
Ante la sospecha de herpes zóster es recomendable acudir al médico de inmediato, con el fin de confirmar el diagnóstico y si procede, iniciar cuanto antes el tratamiento farmacológico con antivirales vía oral, ya que su eficacia disminuye si se inicia 3 días más tarde de la aparición de las ampollas. Los antivirales pueden acortar la duración de la enfermedad y disminuir las complicaciones, y están especialmente indicados en ancianos e inmunodeprimidos.
El principal tratamiento consiste en controlar el dolor con paracetamol o antiinflamatorios no esteroideos (AINE), y mantener una correcta higiene de la piel lesionada, manteniéndola limpia y seca para evitar las sobreinfecciones, evitando rascarse las ampollas. Su médico le podrá indicar tratamiento tópico para las lesiones de la piel.
En aquellos casos más graves puede ser necesario el ingreso hospitalario para tu tratamiento.
No existen tratamientos que permitan eliminar el virus varicela zóster del organismo.
Prevención
La principal medida de prevención es la vacunación.
Para ello disponemos de dos vacunas autorizadas frente al virus del herpes zóster, que reducen la probabilidad de reactivación del virus varicela zóster en el organismo y, por tanto, disminuyen el riesgo de padecer un herpes zóster y la neuropatía postherpética.
Desde 2022, está incluida en el calendario de vacunación para toda la vida.