
Tosferina
La tosferina es una enfermedad muy contagiosa causada por una bacteria, la Bordetella pertussis. Esta bacteria libera toxinas que hacen que se inflamen las vías respiratorias y provoca una tos intensa y profunda.
Qué es la tosferina
La tosferina es una enfermedad infecciosa altamente transmisible que ocasiona una tos violenta e incontrolable que puede durar semanas o incluso meses.
La bacteria causante se encuentra en la boca, la nariz y la garganta. Se transmite por la vía aérea, tos o estornudos, especialmente en entornos familiares o de estrecha convivencia.
Suele afectar a niños y adolescentes. Generalmente, los bebés afectados se contagian por contacto con sus padres, hermanos o cuidadores habituales. Durante el primer año de vida es cuando la enfermedad puede cursar con mayor gravedad.
Esta enfermedad es de difícil diagnóstico, ya que en un principio puede parecer un simple catarro.
Si no recibe tratamiento, una persona puede transmitir la tosferina desde el inicio de los síntomas hasta tres semanas después del inicio de los episodios de tos. El período de contagio se reduce a cinco días después del tratamiento con antibióticos.
Síntomas, diagnóstico y tratamiento
Síntomas
La tosferina comienza como un resfriado común, con congestión nasal o moqueo, estornudos y, en ocasiones, tos o fiebre leve que aparecen aproximadamente una semana después de la exposición a la bacteria. Tras una o dos semanas puede comenzar una tos intensa.
A diferencia del resfriado común, la tosferina produce accesos de tos durante varias semanas, que consisten en varios golpes de tos violenta consecutivos finalizando a veces con un "gemido ferino", consistente en una inspiración profunda y prolongada característica, al quedarse sin aire los pulmones, que da el nombre a la enfermedad: "tos-ferina".
La tos con frecuencia produce grandes cantidades de moco espeso. Estos episodios de tos pueden inducir al vómito o incluso a una breve pérdida del conocimiento. Siempre se debe pensar en la posibilidad de tosferina cuando se presente vómito con tos. En los bebés, los episodios de asfixia y de pausas largas en la respiración son más comunes que la tos.
Ante un resfriado acompañado de tos intensa o prolongada (que dura mucho tiempo), se debe consultar al médico para descartar tosferina.
La infección generalmente dura unas seis semanas, aunque en ocasiones se puede prolongar hasta diez.
Diagnóstico
El diagnóstico inicial generalmente se basa en los síntomas y en la tos característica. Sin embargo, cuando los síntomas no son obvios, la tosferina puede ser difícil de diagnosticar, siendo necesario confirmar la presencia de la bacteria en una muestra de la mucosidad de nariz o garganta mediante la toma de un exudado nasal o faríngeo.
También se pueden realizar otras pruebas complementarias, como analítica de sangre y radiografía de tórax, ya que en bebés y en niños pequeños la infección puede evolucionar hacia una neumonía,
Habitualmente, el tratamiento antibiótico se inicia antes de tener los resultados del laboratorio.
Tratamiento
El tratamiento fundamental es mediante la toma de antibióticos.
Los jarabes para la tos, los expectorantes y los antitusígenos por lo general no se suelen utilizar al ser de eficacia dudosa. No obstante, serán los profesionales sanitarios quienes pongan el tratamiento individual en cada caso.
Los niños tratados en el hogar deben mantenerse en aislamiento hasta que los sintomas desaparezcan.
Los lactantes y los casos más graves suelen ser hospitalizados ya que pueden precisar ventilación mecánica, aspiración de la gran cantidad de moco de la garganta, o incluso oxígenoterapia.
Prevención
La vacunación es la estrategia preventiva más eficaz para proteger frente a la tosferina a la población. Se administra en la infancia según el calendario de vacunación para toda la vida.
Su uso ha producido un descenso muy marcado de la enfermedad y de la gravedad de la misma, pero la eliminación de la enfermedad nunca se ha alcanzado, incluso en países que llevan décadas vacunando con altas coberturas de vacunación.
Para la protección a los recién nacidos, el grupo de población que puede padecer los casos más graves de esta enfermedad, es fundamental la vacunación durante el embarazo. El paso de anticuerpos a través de la placenta consigue proteger al bebé durante sus primeros meses de vida, cuando aún no es capaz de generar sus propias defensas. La vacuna es segura y está indicada a la mujer embarazada a partir de la semana 27 de gestación, preferentemente en las semanas 27 ó 28, siendo necesario vacunarse en cada embarazo para proteger al recién nacido.
En los casos de mujeres con sospecha de parto prematuro, se tendrá en cuenta que se necesitan dos semanas previas al parto para alcanzar niveles de protección en el recién nacido.