


Convento de la Encarnación de Griñón
Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento
El Convento de la Encarnación
El convento de la Anunciación de Griñón, fundado por el canónico Don Rodrigo de Vivar, constituye la más temprana fundación del siglo XVI de la región madrileña que permanece en su lugar de origen y conserva sus estructuras primitivas, manteniendo el ambiente espiritual con el que fue creado. Además, es un ejemplo representativo de la tipología conventual femenina del primer tercio del siglo XVI en Madrid y en Castilla, caracterizado por la sencillez tanto en el plan edificatorio como en sus estructuras, basado en la funcionalidad y necesidades de la comunidad religiosa.
En este inmueble se reúnen influencias de distintas estéticas, que coexistían en el ambiente cultural de finales del siglo XV y primera mitad del XVI, presentes en la tipología de la planta de la iglesia de origen gótico, en los artesonados de tradición mudéjar, y en la influencia renacentista en elementos decorativos, como capiteles y ménsulas, característica que da lugar a una arquitectura de notable interés.
En la iglesia, destacan de forma especial las armaduras de madera de la cabecera y del coro, ya que, aun siendo elementos sin apenas decoración, constituyen buenos ejemplos de la carpintería de armar de tradición mudéjar que caracteriza gran parte de la arquitectura religiosa desde la Edad Media.
Mención especial merece el retablo mayor, dedicado a la Anunciación de María, obra de arquitectura renacentista con decoración plateresca policromada de los talleres toledanos del primer tercio del siglo XVI, con pinturas realizadas por el pintor toledano Juan Correa de Vivar, sobrino del fundador del convento, ejecutadas entre 1533 y 1536.
Contexto histórico
El convento de Clarisas de la Encarnación fue fundado por Don Rodrigo de Vivar, canónigo de Zamora en el año de 1523.
En la escritura de fundación y datación, fechada en 1530, Rodrigo de Vivar estableció las condiciones necesarias para la fundación de una congregación femenina de la Orden Terciaria de San Francisco, con el nombre de Nuestra Señora de la Salutación, siendo sus primeras moradoras hermanas procedentes del convento de Nuestra Señora de los Llanos de Almagro.
En un principio, el fundador estableció que el convento no fuera ocupado por más de veinte religiosas, que fueran preferentemente de la villa de Griñón y emparentadas con la familia Vivar. Sin embargo, como muestran los libros de cuentas, durante el siglo XVII la comunidad experimentó cierto crecimiento.
Durante el siglo XVI, tiempo de prosperidad, de optimismo económico y de afirmación política, se fundaron un buen número de conventos por toda la región madrileña. Hay que tener presente que los conventos se fundaban como lugares de oración y espiritualidad, pero también como instrumentos de poder y búsqueda de reconocimiento social y prestigio de los fundadores y, en este sentido, como lugar de enterramiento. Así, las familias más destacadas, como los Mendoza, los Medinaceli, los Guzmán o los Lasso de Vega, y otros nobles e hidalgos, desde el enclave de sus señoríos o mayorazgos, iniciaron un proceso de fundación de conventos por toda la región.
En el siglo XIX el convento debió de sufrir los efectos de las guerras y el proceso desamortizador, encontrándose en una delicada situación económica y estructural. Durante la Guerra Civil el convento fue utilizado como alojamiento militar, siendo restaurado en los años cuarenta y después recuperada su función. Desde 1970 la comunidad profesa la Regla de la Orden de Santa Clara, en lo que supuso una vuelta a los orígenes de la orden.