El Apóstol Santiago y sus discípulos adorando a la Virgen del Pilar
Bien de Interés Cultural
La pintura El Apostol Santiago y sus discípulos adorando a la Virgen del Pilar, atribuida a Francisco de Goya y Lucientes, es una de las pinturas religiosas del centenar de obras de esta temática que se atribuyen al pintor.
Destaca sobre las otras versiones acometidas por Goya en la década de 1770 por su fuerza expresiva, el tamaño de los personajes, mayor que el de otras obras devocionales, contención y sincretismo compositivo, además de sus vivos colores y marcados contrastes lumínicos.
Teniendo en cuenta la relevancia del autor, la gran calidad del cuadro y los escasos ejemplos hoy conocidos de la producción religiosa de Goya pintada sobre caballete en ese período; así como el excelente estado de conservación de la obra, la pintura ha sido declarada Bien de Interés Cultural, por Decreto 2/2023.
El Apóstol Santiago y sus discípulos adorando a la Virgen del Pilar
El Apóstol Santiago y sus discípulos adorando a la Virgen del Pilar
descripción de la obra
Pintura al óleo, h. 1772-1782.
La escena recoge el tema iconográfico de la venida de la Virgen María en presencia
del Apóstol Santiago cuando este se encontraba orando en la ribera del río Ebro, en los inicios de su predicación del cristianismo, y seis de sus discípulos, aunque las fuentes escritas suelan mencionar el número de siete. De acuerdo a la tradición, la virgen dejó como testimonio de su aparición en Caesaraugusta una columna, conocida como el Pilar, en cuyo emplazamiento levantaron Santiago y sus discípulos una capilla de adobe.
En la pintura de Goya, la virgen está representada de pie sobre un pilar pétreo, coronada y recogiendo sus vestiduras con la mano derecha, mientras sujeta con la izquierda al Niño Jesús, que también porta corona. A diferencia de la narración y la iconografía tradicional, la virgen no está representada de «carne mortal» ni desciende rodeada por un coro de ángeles. En lugar del personaje sagrado, Goya elige representar, como ya hiciera en otras versiones (Museo Provincial de Zaragoza y Museo Nacional de Arte de Cataluña), la talla escultórica en madera dorada de estilo gótico tardío que, atribuida al escultor Juan de la Huerta, se venera en la Santa Capilla de la Basílica del Pilar.
Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, Zaragoza, 1746-Burdeos, Francia, 1828)
está considerado un gran genio de la pintura. Además de participar en los movimientos estéticos de su época, con sus últimas obras penetró ampliamente en los nuevos conceptos sociales y pictóricos del siglo XIX, anticipando, en cierta medida, muchos de los avances artísticos e innovadores del siglo XX, incluso en aspectos de lo no figurativo, y fijando la base para comprender el devenir estético de buena parte de los «ismos» de la Edad Contemporánea.
Goya realizó gran parte de su pintura religiosa en la década de 1770 y primeros
años de la siguiente. A la vuelta de su viaje de formación a Italia, en 1771, recibió su primer encargo importante del cabildo de la Basílica del Pilar: la decoración de la bóveda del coro de la Santa Capilla de la Virgen del Pilar del templo zaragozano.
Dos años más tarde Goya acometerá su segundo encargo de relevancia: el ciclo
de once pinturas murales que ejecutará en 1774 para la nave, el crucero y el presbiterio de la Cartuja de Aula Dei.
Elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1780, recibió como siguiente gran encargo (gracias a la intermediación de Francisco Bayeu) pintar los frescos de dos de las cinco cúpulas de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar en Zaragoza. Por entonces Goya profesaba gran devoción a la Virgen del Pilar.
Desde el punto de vista estilístico, la obra muestra semejanzas con diversos cartones para tapiz que Goya realizó para el ante dormitorio de los Príncipes de Asturias en el Palacio del Pardo, fechados en torno a 1778. Por otro lado, tanto la viveza de los colores como el agrupamiento y posturas de las figuras coinciden con las soluciones plásticas que el maestro adoptó en el gran lienzo de La predicación de San Bernardino de Siena, pintado para uno de los altares de la iglesia madrileña de San Francisco el Grande en 1781-82. Las fechas de realización de estas dos últimas obras (1778-1782) se enmarcan dentro del marco cronológico propuesto para esta pintura.