> ¡A Belén pastores! Nacimientos expuestos en Madrid entre 1940 y 1970
11 DICIEMBRE 2020. Tres de los fondos fotográficos de la Comunidad de Madrid (Martin Santos Yubero, Cristóbal Portillo y colección ‘Madrileños’) ilustran esta exposición virtual dedicada a la tradición del belén, con imágenes fechadas entre 1940 y 1970. Todo un alarde de inventiva y originalidad que recorre las calles de Madrid o que encontramos en centros educativos, instituciones, comercios de la capital y, por supuesto, en todos los hogares donde hay un niño.
El paseante puede toparse igual con belenes monumentales, como los instalados en la fachada lateral de uno de los edificios de Galerías Preciados, situado en la misma calle Preciados, o en los arcos de la Puerta de Alcalá, o con bellísimos montajes organizados por el consistorio de la capital como el de los soportales de la Plaza Mayor, siempre abarrotados de gente, o el del edificio del Ayuntamiento de Madrid en la Plaza de la Villa. También con otros impresionantes nacimientos como el de los almacenes ‘Simeón’ en la Plaza de Santa Ana, uno de los favoritos de los madrileños, que despierta la admiración de públicos de todas las edades.
Bellos nacimientos, a veces con muy pocas figuras o sólo con la escena del Portal, se ubican por diferentes puntos estratégicos de la capital como el tradicional belén situado entre las calles Alcalá y Sevilla, con enormes esculturas, o el de la Plaza de Puerta Cerrada, en el barrio de La Latina, situado a los pies de su emblemática cruz de piedra, ambos de 1968.
Otro de los favoritos de los madrileños, es el nacimiento de la Plaza de las Descalzas, que destaca por sus elegantes figuras de gran tamaño (1973). Pero, es el nacimiento construido en el Parque de El Retiro (1941) el que ocupa más metros cuadrados de exposición. Un nacimiento que aprovecha la vegetación y el terreno del parque para situar bellos escenarios con sus pueblos, sinagogas, grandes edificios y un sinfín de pequeños detalles. Las imágenes nos muestran a los operarios del Ayuntamiento construyendo este magnífico belén artesano donde no falta ningún personaje y todo se ha medido al centímetro, donde la nieve, muy oportuna, hace su aparición colaborando para dar una sensación de mayor realismo aún. Y, complementando a este majestuoso belén, el desfile navideño, con decenas de personajes típicos de la festividad como pastores, militares romanos, ángeles o vírgenes que circulan desde la calle Alcalá para llegar al Retiro.
La tradición del belén, nacimiento, misterio o pesebre, traspasa incluso creencias religiosas y lo encontramos igual en hogares creyentes o agnósticos y en todo tipo de instituciones. Belenes construidos por niños, como el que cada año exponía el Colegio de Nuestra Señora de Loreto, o por religiosas, como el del Asilo de San Rafael, que llegan hasta nosotros con imágenes fechadas en 1946. También, los reclusos de la prisión de Yeserías exponen un impresionante belén, que podemos ver en fotografías realizadas en 1941 y 1942.
La Asociación de Belenistas de Madrid conquista el corazón de grandes y pequeños con su nacimiento (1965). Imágenes a color donde los niños parecen hechizados, fascinados por las figuritas, haciendo verdaderos esfuerzos porque sus pequeñas manos no toquen esas diminutas ovejas o ese pastorcillo con los que querrían jugar. Asimismo, delicado y singular es el nacimiento filipino, importado de otras tierras (1969) con preciosas escenas costumbristas y paisajes del sureste asiático, al igual que el expuesto por la Escuela de Artes y Oficios (1942) con pequeñas piezas, muy simples, de formas básicas y encantadoras.
Los niños son el alma de las fiestas navideñas y participan con empeño y dedicación en la construcción del belén en sus casas y escuelas. Tiernas imágenes de pequeños afanados en la decoración de los nacimientos, colocando las figurillas con esmero, dando todo el realismo del que son capaces, o posando junto al belén, con sus padres y hermanos, orgullosos del trabajo realizado. Encontramos, además, otros belenes, como el del Colegio Concepción Arenal (1943), que convierte a sus alumnos en los protagonistas de un belén viviente, con simpáticas estampas que recrean momentos claves del nacimiento de Jesús de Nazaret.
Las imágenes de los fondos fotográficos del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid también nos sorprenden con curiosidades y estampas tremendamente divertidas. Entre ellas podemos ver los famosos ‘belén–chabola’ como los ubicados en la Glorietas de Quevedo y de Bilbao o junto a la plaza de Cibeles, todos con simpáticos mensajes pidiendo un donativo de los transeúntes. Un taxi de 1963 con un belén en la bandeja de atrás o un seat ‘seiscientos’ que ha convertido su parabrisas trasero en un elaboradísimo belén con la advertencia ‘no tocal’, con errata incluida (1966).
Originalísimo el nacimiento de latón de la compañía Iberia, ubicado en el exterior de su sede en María de Molina (1969). También, muy singular el belén instalado en un antiguo vagón de madera en la Estación del Norte (1973). Pero, sin duda, el más sorprendente es el belén portado por dos astronautas (1969) que encontramos en la Plaza de Santa Ana en homenaje a un año en el que el hombre pisó por primera vez la luna.
Muy interesantes también son las imágenes que nos llegan de 1940 de los talleres donde se confeccionaban las figuritas que después se colocaban en los hogares madrileños. Decenas de operarios, trabajan con mimo cada una de ellas, desarrollando un trabajo verdaderamente artesanal.
> 250.000 kilómetros de emociones. 85 años de la Vuelta Ciclista a España
23 OCTUBRE 2020. Celebramos estos días la 75ª Vuelta Ciclista España, que cumple 85 años desde su primera edición, que tuvo lugat el 29 de abril de 1935. Un campeonato estrella que ha sufrido múltiples altibajos, pero que ha permanecido vigente con el paso de los años. Tan sólo la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial pudieron frenar el ritmo de sus pedaladas y silenciar los gritos emocionados de un público entregado que esperaba con entusiasmo a los corredores.
La Vuelta Ciclista a España fue idea de Clemente López Dóriga, que soñó con crear una competición dentro de nuestro territorio similar al Giro de Italia y al Tour de Francia. Después de organizar varias carreras, convenció a Juan Pujol, director del diario 'Informaciones' para la creación de la Vuelta a España.
Los fondos fotográficos de la Comunidad de Madrid atesoran miles de imágenes de este campeonato que reunía a la familia frente al televisor, disfrutando de los avances del escapado, que adelantaba al pelotón con energía inusitada. Fotografías de la primera y segunda Vueltas Ciclistas a España y de diferentes años posteriores, que nos ofrecen los mejores momentos de la competición: la salida y la llegada a meta, los patrocinadores, los lugares por los que transcurría la carrera, los trofeos y, sobre todo, a los protagonistas indiscutibles, los corredores. Encontramos a un jovencísimo Gustaaf Deloor, campeón de las dos primeras ediciones; a Mariano Cañardo, segundo clasificado en la vuelta de 1935; y a Eduardo Molinar, ganador ese mismo año del premio de la montaña. También, a los grandes líderes de citas posteriores, como: Julián Berrendero, ganador de la vuelta de 1941; Delio Rodríguez, primero en 1945; Dalmacio Langarica, vencedor en 1946; o Jesús Loroño, ganador de 1957.
Y, junto a las imágenes de la prueba reina, también hemos querido recordar otras importantes competiciones del ciclismo profesional, como la Vuelta de los Puertos, que se disputaba en la Sierra de Guadarrama con un único día de duración. También, otras pruebas celebradas en diferentes ciudades o pueblos de España como ‘Los Seis Días Ciclistas de Madrid’, que tuvo lugar entre los años 1959 y 1970, en el Palacio de los Deportes.
Tampoco hemos podido escapar de la tentación de mostrar otras muchas imágenes en las que el denominador común es la bicicleta, bien como deporte de aficionados o como elemento del ocio en familia. Fotografías de los primeros años del siglo XX que nos muestran niños y jóvenes con sus primeras bicicletas, instantáneas de los más pequeños de la casa en triciclo paseando con sus padres por los parques de Madrid, pandillas divertidas que disfrutan juntos sobre sus vehículos de dos ruedas, turistas extranjeros que recorren en bici la capital, o divertidos participantes del ‘Día de la Bicicleta’.
Y, entre ellas, otras que nos muestran todo un abanico de situaciones y personajes sorprendentes, como el ciclista volador o el que monta en bicicleta con los ojos vendados. También, el concurso femenino ‘Elegancia en bicicleta’, impensable en nuestros días, que se celebró en el Parque de El Retiro reuniendo a un nutrido elenco de bellas señoritas perfectamente ataviadas para la ocasión.
> Oficios de antaño. Testigos de una sociedad perdida
18 SEPTIEMBRE 2020. Sin duda, gran parte de las imágenes que más interés despiertan de los fondos fotográficos y colecciones custodiados en el Archivo Regional de la Comunidad de Madrid son aquellas que nos muestran esos oficios de antaño que forman parte del retrato costumbrista de una sociedad perdida y constituyen el símbolo de una época que se mira con nostalgia, aunque no siempre cualquier tiempo pasado fue mejor.
Muchas de estas profesiones se han perdido, otras han evolucionado tanto que apenas si tienen nada que ver con sus orígenes y, en ocasiones, una buena parte de ellas ni siquiera pueden ser consideradas como oficios en sí mismos, pues sólo eran formas de ganarse un duro y contribuir a la economía familiar. Profesiones extinguidas, muy humildes, algunas casi marginales, como la de trapero. Su reino era el del desperdicio y la recuperación y, sin ellos, las ciudades españolas no habrían podido recoger ni procesar las basuras que producían.
Un buen número de estos oficios u ocupaciones eran llevados a cabo por personas o familias trashumantes que viajaban de pueblo en pueblo, o de barrio en barrio, ofreciendo su trabajo. Oficios de otros tiempos, del hambre y la miseria, que forman parte de nuestra memoria y que parecen condenados al baúl de los recuerdos. Algunos eran muy apreciados por su habilidad, como los lañadores que, de forma artesanal, arreglaban recipientes y cacharros rotos cuando nada se tiraba.
Y, junto a éstos, formando parte del paisaje urbano, los afiladores, anunciando su presencia con una melodía característica que surgía de una pequeña flauta, la zampoña, hecha de cañas o plástico. Curiosamente, estos afiladores solían ser gallegos, al igual que los serenos, otra profesión perdida cuyo nombre proviene de la expresión que repetían cada hora en su ronda: “Las doce en punto y sereno”, haciendo referencia a que todo estaba en orden.
Los serenos formaban la guardia de noche en las ciudades de España, aunque los que se hicieron más populares, tal vez por el cine, fueron los de Madrid. Otro de los motivos que contribuyeron a su aparición fue el hecho de que las llaves de los portales eran demasiado aparatosas para que los vecinos las llevaran encima y era el sereno quien se encargaba de abrirles la puerta.
Los carboneros, en cambio, solían ser asturianos y atendieron una enorme demanda cubriendo las necesidades vitales de una población que cocinaba y se calentaba con hulla en unos hogares donde se pasaba mucho frío. En nuestros días, son pocas las carbonerías que sobreviven. Se han especializado en surtir de carbón de encina a barbacoas, pero también a algún brasero que aún se usa en algunos pueblos, sobre todo de Andalucía.
Y junto a limpiabotas, lañadores, afiladores y otros oficios instalados en la calle, las aceras estaban repletas de personas que, al igual que hoy lo hacen los manteros, intentaban sacarse un duro para sobrevivir. Gentes muy humildes, obligadas a ejercer el comercio menudo, de poca monta. Normalmente, el género que vendían provenía del estraperlo, como se denominaba entonces al contrabando a pequeña y gran escala. De este modo, los lugares de mayor afluencia de público se convirtieron en bulliciosos mercadillos al aire libre donde se vendía de todo.
Ancianos y niños también aportaban su granito de arena a la economía familiar. Pequeños ejerciendo de limpiabotas en la vía pública, vendiendo barquillos en el Parque del Retiro, ayudando a sus familias en comercios o hijos de traperos escarbando en la inmundicia al encuentro de los últimos restos que pudieran ser de alguna utilidad. Abuelas con pequeños tenderetes, muchas veces improvisados con cartones, cestas o cajones ofreciendo golosinas, pipas, tabaco o flores, vendiendo castañas o apostadas en una fuente pública como aguadoras.
Este recorrido nos muestra también imágenes de una sociedad en que las mujeres eran una pieza importante de la economía familiar. Además de costureras, planchadoras, lavanderas, dependientas o empleadas del servicio doméstico, encontramos a mujeres artesanas, limpiabotas, cargando cajas, acomodadoras de cine, relojeras, cobradoras en los transportes públicos, o incluso ‘albañilas’. También, a mujeres que se incorporan a puestos de trabajo denominados modernos como mecanógrafas, estenotipistas, taquígrafas, telefonistas, telegrafistas, o montadoras de películas.