Restauración de las pinturas murales de las bóvedas de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción
Las pinturas son de factura popular, algo tosca, pero expresivas, y con valor didáctico
Restauración de las pinturas murales de las bóvedas del presbiterio y crucero de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción
Las pinturas murales de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción se realizaron en varios momentos. En la capilla mayor se representan los cuatro Evangelistas y, en el crucero, los Padres de la Iglesia. Las pinturas son de factura popular, algo tosca, pero expresivas, y con valor didáctico. Antes de la restauración, presentaban desprendimientos motivados por las filtraciones de humedad. La restauración ha permitido devolver recuperar la visión global del conjunto.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Algete presenta varias fases constructivas y decorativas desde el siglo XVI al XIX. El cuerpo de la iglesia, levantado hacia el segundo cuarto del siglo XVI, muestra unas características que denotan la influencia de la obra de Alonso de Covarrubias, uno de los arquitectos más destacados del Renacimiento español.
Su planta tiene tres naves separadas por tres grandes arcos de medio punto sobre columnas. Se cubre con techumbre de madera de tradición mudéjar. La cabecera de la iglesia es de cronología posterior, pudiéndose fechar a finales del siglo XVI o principios del XVII. Está formada por una capilla mayor rectangular de testero recto, precedida por un tramo cuadrangular a modo de crucero, ambos cubiertos con bóvedas vaídas. Este crucero está flanqueado por dos brazos cortos y de menor altura que se cubren mediante bóvedas de medio cañón rebajado.
Todas las bóvedas están decoradas con molduras de escayola formando composiciones a base de formas geométricas.
Como consecuencia de las catas realizadas en bóvedas y muros de la cabecera de la iglesia, se ha podido comprobar que estaba completamente decorada con pintura mural, aunque dicha decoración se corresponde con varias fases decorativas. Teniendo en cuenta el tipo de bóveda y la tipología de los motivos decorativos, la decoración puede fecharse entre finales del siglo XVI y principios del XVII.
Las bóvedas de la capilla mayor y del crucero están compartimentadas formando motivos geométricos en yeso, reproduciendo formas ovaladas y cuadrangulares unidas entre sí en color blanco. En la capilla mayor se representan los cuatro Evangelistas, sentados, escribiendo y con su símbolo parlante correspondiente, enmarcados por una moldura ovalada en relieve, ornamentada con formas de roleos, volutas y cueros recortados, todo ello policromado en azul, rojo y dorado.
En el crucero, los Padres de la Iglesia, San Gregorio, San Jerónimo, San Ambrosio y San Agustín, de medio cuerpo con las vestiduras y los símbolos que les caracterizan, se hallan inscritos en una moldura con forma de escudo heráldico decorada con volutas y cueros recortados, igualmente en relieve. En ambos casos, los marcos que contienen las figuras están coronados por máscaras de las que parten largas cintas que se extienden alrededor dando lugar a sinuosas formas entrelazadas. De la parte inferior de cada escudo pende un racimo de frutos en relieve.
Las representaciones son de factura popular, algo tosca, pero expresivas, quizá por tratarse de representaciones que iban a ser contempladas a gran distancia, y que, sin embargo, muestran un carácter muy decorativo que proporciona al interior del templo una ambientación acogedora al mismo tiempo que una función didáctica.
El destacado interés de la edificación ha llevado a intervenir en varios de los bienes que se encuentran en el interior de la iglesia. De este modo se ha restaurado el retablo mayor, realizado en las primeras décadas del siglo XVII, y las pinturas murales de los brazos del crucero, del presbiterio y del crucero, con la finalidad de devolver al templo su aspecto original.
Restauración
En el caso de las pinturas, el soporte mural se encontraba en buen estado de conservación. Las pérdidas se debían a los procesos de filtración de humedad que había generado desprendimientos de la capa pictórica. Además, la deposición de polución ambiental y polvo había ennegrecido la capa pictórica y ocultado la policromía original. El estrato superficial de los relieves estaba compuesto por una capa de pintura blanca y crema que ocultaba la pintura original, a su vez cubierta por una capa de polvo.
En primer lugar se llevó a cabo una limpieza con aspirador y brochas para eliminar la suciedad superficial no adherida de la capa más externa. Después, se eliminaron los repintes de la superficie de las bóvedas que ocultaban el mortero original de tono rosáceo imitando piedra que cubre la bóveda y los volúmenes, para después consolidar la película pictórica, evaluando y planificando los materiales y metodología de intervención.
A continuación se procedió a la reintegración matérica cerrando grietas, agujeros y lagunas, para lograr la correcta lectura de la obra.
Finalmente se llevó a cabo la saturación de la película pictórica para devolver la intensidad y valores cromáticos perdidos a la capa pictórica, para terminar con la reintegración cromática con el fin de recuperar la visión global del conjunto.
Esta se realizó con pinturas de alta calidad, reversibles y compatibles con la pintura original pero diferenciable de ésta. La técnica aplicada fue imitativa llegando a integrarse cromáticamente en tono y transparencia con la pintura original, pero diferenciable en textura y materiales, sin generar perturbación visual a la distancia lógica de observación pero siempre distinguible a corta distancia.