

Hilado tradicional del esparto
Bien de Interés Cultural del Patrimonio Inmaterial
El hilado tradicional del esparto ha sido uno de los principales modos de subsistencia de algunos municipios de la Comunidad de Madrid como Villajero de Salvanés o Colmenar de Oreja, hasta la década de los 60, cuando la mecanización agrícola y la introducción de materiales sintéticos supuso su decadencia.
Actualmente en riesgo de desaparición, la cultura del esparto se conserva a nivel nacional en la Comunidad de Madrid y en la localidad navarra de Sesma. Fomenta la unión de la población reforzando su identidad de pertenencia por medio del trabajo común con las materias que ofrece su tierra.
La técnica tradicional del hilado del esparto refuerza vínculos entre los artesanos y las nuevas generaciones y reivindica el papel de las mujeres en la economía local, al ser ellas las principales productoras de niñuelos de forma manual.
Estas circunstancias sociales tienen su reflejo en la cultura de la Comarca de las Vegas madrileña, trascendiendo a otras manifestaciones como la toponimia, la jerga profesional o el cancionero popular.
Contexto histórico
Existen evidencias arqueológicas del uso, desde el Neolítico, del huso y la tornera para la creación de hilos, formando las madejas de lana y la producción de cuerdas de cáñamo, lino o esparto, como los materiales hallados en la Cueva de los Murciélagos de Albuñol, en Granada. En la Comunidad de Madrid, hay yacimientos donde el uso de cuerdas y productos de esparto se interpreta como algo cotidiano en las sociedades desde época calcolítica, habiéndose identificado cerámicas con improntas de esparto hilado en yacimientos como El Ventorro (Villaverde Bajo) o Las Salinas de Espartinas (Ciempozuelos), de la Edad del Bronce.
El uso del esparto hilado ha sido algo constante a lo largo de la historia, pero en la Comunidad de Madrid destaca entre las poblaciones del sudeste madrileño y proviene de una antigua tradición que aprovecha la abundancia de plantas productoras de esta fibra vegetal en los cerros del entorno.
Las referencias sobre la industria de sogas de esparto son explícitas a partir del siglo XVIII cuando la documentación histórica nos habla de sogueros de esparto en Colmenar de Oreja, Estremera, Valdaracete o Villarejo de Salvanés.
En Madrid, el gremio de esparteros-estereros hacía sogas y ataderos; en Brea de Tajo hacían sogas; en Fuentidueña, maromas y sogas, carreteras y novilleras; en Villarejo de Salvanés, sobrecargas, maromillas y cuerdas. La Encyclopedia Metódica de 1770 describe la manera manual de hilar los espartos, que no difiere mucho de aquella que siguen manteniendo en la actualidad algunos miembros de las comunidades portadoras contemporáneas, salvo en lo relativo a la preparación de las fibras.
En el siglo XIX, comienzan a surgir las fábricas de esparto en varias de estas localidades hasta llegar a existir 31 esparterías en el siglo XX en Madrid, once de ellas en la capital.
El Servicio del Esparto, entre 1948-1959, tuteló todas las actividades mercantiles en torno a la explotación y la transformación del esparto, significando un auténtico revulsivo para el sector.
Desde la década de los 50, la mecanización del trabajo del campo, la modernización de la edificación y la generalización del uso de las fibras sintéticas provocaron el hundimiento paulatino y generalizado de la industria manufacturera espartera y el cierre de las factorías madrileñas.
Desde la década de los 80, el hilado tradicional del esparto sólo se practica en Madrid de forma residual. Las comunidades portadoras, formadas por personas en su mayoría de avanzada edad, ejercen diversas actividades centradas en la conmemoración del oficio y en la transmisión de conocimientos para evitar su desaparición.
Descripción y tipologías
La fibra de esparto se extrae de dos plantas diferentes: la atocha (esparto fino) y el albardín (esparto basto) del área del sureste de la Comunidad de Madrid, donde se puede recolectar fácilmente la materia prima. De acuerdo con la demanda y la capacidad de producción puede ser:
- Hilado manual o artesanal. Tras su recolección, se machaca con una maza el manojo de esparto, golpeándolo sobre
una lancha de piedra, se humedece y sujetándolo bajo el brazo se van extrayendo fibras, doblándolas y frotándolas. El cordón que se va formando recibe el nombre de niñuelo. Se utilizan lanchas de machacar, aspas (también llamadas localmente ordeones) y otros utensilios como los cajones de fabricar estropajos. - Hilado manual industrial. Utiliza una rueda de hilar, que acciona un operario o menador, mientras otros dos se ocupan de las fibras. Los hiladores se colocan el esparto rastrillado sobre el pecho, sosteniéndolo con un arnés de cuerda a modo de tirantes. En este tipo de hilado se utilizan además rastrillos de púas, bandas de mazos, tornos de corchar y tornos de embobinar, así como dispositivos más simples como astas, ferretes o gabias.
Además de los filetes y niñuelos, son productos resultantes del hilado tradicional del esparto sogas, maromas y estropajos.
Además de las fábricas que surgieron a partir del siglo XIX, según las investigaciones de arqueología industrial, era habitual el hilado tradicional de esparto en las calles del pueblo, participando en el proceso familiares y vecinos. Muchos de ellos también mencionan el cobijo o cobertizo, generalmente cubierto de cañas, para refererise al lugar donde se hilaba. Fueron lugares de hilado lalles del barrio de Huertas y el Callejón de las Recas, en Villajero de Salvanés o el Barrio de Espartería en Colmenar de Oreja.
Además de las fábricas, se han localizado diferentes pozas, usadas para cocer el esparto: las Pozas del Valle San Pedro y las de la Fuente del Dornajo en Villarejo de Salvanés ylas del Arroyo de Valdezarza, en Chinchón.
En los pueblos dedicados a esta labor, eran las mujeres quienes se especializaron en el hilado manual del esparto, ocupándose de todas las actividades que ello conlleva: cosecha y preparación del esparto, hilado y venta. El hilado del esparto se convertía así en la principal base de sustento para ellas, mientras que los hombres complementaban con el hilado su trabajo como jornaleros o temporeros. El aprendizaje se realizaba durante la niñez, en compañía de los miembros de la familia.
Actualmente, las comunidades y grupos sociales madrileños directamente relacionados con la conservación y transmisión de los conocimientos inherentes al hilado del esparto son muy pocos: ex hiladores y trabajadoras afines a la industria manual en Villarejo de Salvanés, ex hiladoras vinculadas con el barrio de la Espartería en Colmenar de Oreja, y Juan Antonio Sánchez, que sigue comercializando cordelería de esparto en la espartería que fundó en 1927 su abuelo en Madrid.