Edificio Capitol
Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento
Edificio Capitol
Edificio Capitol
El edificio Capitol se sitúa en un solar irregular de 1.363 metros cuadrados en el ángulo de las calles Gran Vía y Jacometrezo, aunque bajo rasante se extiende fuera de las alineaciones oficiales, ocupando 1.579 metros cuadrados de superficie. La construcción alcanza una altura de 54 metros en el torreón, con catorce plantas sobre rasante y dos plantas bajo rasante. Las cuatro plantas superiores forman el torreón propiamente dicho. Sobre la planta baja y la entreplanta que constituyen el basamento, una serie de marquesinas establecen la separación visual con las plantas superiores. En la zona de la esquina, tratada como una proa, aparecen cuerpos volados de composición marcadamente horizontal donde se alternan petos de granito pulido con bandas acristaladas, subrayando las curvas y el movimiento de las superficies. Conforme se alejan de la esquina, las dos fachadas se hacen más sencillas y planas, apareciendo una composición de pilastras entre las que se sitúan ventanales o paños ciegos. A partir de la séptima planta el edificio se va retranqueando de las alineaciones, salvo el volumen del torreón. Actualmente el edificio está ocupado por un local comercial ubicado en la esquina, un hotel de cuatro estrellas y el cine Capitol. El local comercial, protegido por una elegante marquesina, se desarrolla en tres niveles, primer sótano, planta baja y entresuelo, contando además con un almacén en el segundo sótano. Ocupa lo que en origen fue salón de té, bar y sala de fiestas. La entrada al local se produce por el chaflán a través de una portada de travertino. El hotel se desarrolla a lo largo de todas las plantas del edificio. En el sótano segundo se encuentran las instalaciones, vestuarios y comedor del personal, así como los almacenes de servicio. En el sótano primero aparecen escaleras de comunicación. En planta baja se ubica la entrada principal desde la calle Gran Vía, conectada con otra secundaria desde la calle Jacometrezo, el vestíbulo y la recepción, así como las escaleras y cinco ascensores, tres de los cuales ocupan un patio interior. El vestíbulo ha sido reformado respecto al original, abriendo el espacio y ampliando la comunicación entre las calles Jacometrezo y Gran Vía, evocando el pasadizo que contemplaba el primer proyecto de Martínez Feduchi y Eced. A través de una segunda escalera situada al fondo del vestíbulo se accede a la planta primera. En la entreplanta se sitúan las oficinas, además de los elementos de circulación vertical. En planta primera, sobre el nivel de las marquesinas de la fachada, se encuentran el restaurante, un bar y los salones del hotel. En el bar se ha recuperado la barra con frente de cobre que originalmente se encontraba en el bar americano instalado en planta sótano sótano bajo el cine Capitol. El resto de la decoración es moderna. A partir de la planta segunda se sitúan las habitaciones del hotel. Trece en planta segunda, catorce en planta tercera, veintiocho en planta cuarta y veintisiete en las plantas quinta y sexta. Las plantas cuarta, quinta y sexta sufrieron una modificación respecto al proyecto original, uniéndose los dos brazos o alas que flanquean el patio interior ocupado por la sala de cine, creando un recorrido circular y aprovechando el resto del espacio para dependencias del hotel. A partir de la planta séptima se reduce progresivamente el espacio construido. Esta planta cuenta con quince habitaciones y dos terrazas. La planta octava se retranquea nuevamente, salvo en la esquina y cuenta con doce habitaciones. La planta novena, que es la base del torreón, cuenta con cuatro habitaciones y una gran terraza con extraordinarias vistas. Las plantas décima y undécima son iguales y cuentan con dos habitaciones cada una. Por último, la planta duodécima se retranquea algo más y constituye el remate del torreón, incorporando una sola habitación. Las distribuciones interiores de la zona de hotel se han modificado a lo largo del tiempo, conservando solo la organización espacial básica del original. El cine Capitol tiene actualmente tres salas. Se accede a él desde la Gran Vía por un amplio zaguán donde se ubican las taquillas. El vestíbulo o foyer aparece revestido de un aplacado de serpentina de espesor variable, dibujando formas cóncavas en despiece horizontal. Las escaleras, con solado de mármoles gris y blanco, incorporan barandillas de tubos niquelados y techos con molduras de escayola que dibujan líneas y formas geométricas que ayudan a entender el espacio. La sala principal, llamada Sala Uno, tiene un aforo de 1.388 localidades distribuidas en tres niveles, denominados en origen patio de butacas, palcos y anfiteatro. Es el espacio más importante y de mayor calidad de diseño del edificio, a pesar de algunas alteraciones significativas en la plataforma del escenario, en las cabinas de proyección, los solados y butacas. Los techos, que son los elementos que se conservan inalterados, están diseñados a base de superficies lisas y molduras que forman curvas y contracurvas, en un estilo que comparte rasgos del expresionismo y el Art Decó, favoreciendo la acústica. Las molduras están realizadas con tableros en color marfil que incorporan entrecalles y bandas decoradas con pan de oro, fórmula que se repite en los techos de los vestíbulos y escaleras de todos los niveles sobre rasante. La embocadura del escenario tiene molduras con estrías verticales que sirven para ubicar las luces indirectas que proporcionan iluminación a la sala. En las paredes se disponen grandes zócalos de madera barnizada en color oscuro con entrecalles horizontales que combinan los colores rojo y dorado. El resto de los paramentos verticales está actualmente pintado en color rojo. Los solados y las butacas son modernos y no tienen especial interés. En el primer sótano se han abierto recientemente dos salas a las que se accede a través de la planta baja, por escaleras situadas a ambos lados del vestíbulo. La Sala Dos tiene un aforo de 205 localidades, mientras que la Sala Tres tiene un aforo de 202. Los acabados, tanto al exterior como al interior, son de gran calidad y nobleza. Las fachadas incorporan un amplio repertorio de piedras naturales, como arenisca de Villamayor en pilastras y planos generales, granito gris microgranular de Segovia pulimentado en los petos corridos de los cuerpos volados y en las molduras horizontales, piedra caliza de Colmenar de Oreja en otras molduras, jambas y petos, granito negro y pórfido en recercados de plantas bajas, travertinos de distintas variedades comerciales en las entradas al hotel, al local comercial y al cine y piedra azulada de Murcia. Estos materiales se complementan con entrecalles de mármol negro Marquina para dibujar y perfilar algunos elementos. En el interior, destaca el uso de serpentina en las paredes del vestíbulo y escalera, así como diversas combinaciones de mármoles blanco Macael y negro Marquina en suelos. Los espacios representativos incorporan empanelados de maderas nobles. La carpintería exterior del inmueble está renovada y es de acero lacado en negro, similar a la primitiva, con maineles cilíndricos del mismo material. Los tiradores de las puertas exteriores son de latón, en contraste con el color negro de la perfilería. Se utiliza también el latón en la carpintería, los bastidores y complementos de las taquillas del cine. La fachada del local comercial está completamente reconstruida, recuperando el diseño de la original con los mismos materiales, razón por la cual queda expresamente protegida en este expediente.
Concluyendo, el edificio Capitol es una de las obras más importantes del racionalismo español en su vertiente expresionista. Por sus características formales y su situación privilegiada, constituye un hito urbano de primer orden. Como icono de la Gran Vía y símbolo de la modernidad de Madrid, la imagen del edificio ha sido utilizada e interpretada en la pintura, las artes gráficas y el cine. La abstracción de su imagen es sello o logotipo recurrente de las actividades organizadas en ese ámbito urbano.
Pocos edificios tienen como el edificio Capitol la capacidad de representar a una ciudad y una época, siendo desde ese punto de vista un indiscutible elemento integrante del patrimonio histórico de la Comunidad de Madrid, con los relevantes valores arquitectónicos que contempla la ley 3/2013 de 18 de junio, de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid para su declaración como Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento.
A finales de 1918 se constituyó en Alemania un movimiento artístico ligado al expresionismo, denominado Novembergruppe, constituido por artistas de diversas disciplinas que pretendían reorganizar la actividad creadora tras el desastre de la Gran Guerra. En el campo de la arquitectura, formaron parte del grupo Erich Mendelsohn y Ludwig Mies van der Rohe. Mientras que el segundo orientó su carrera hacia un racionalismo depurado, Mendelsohn destacó por una audaz concepción del objeto arquitectónico apoyado en la utilización de formas curvas, explorando las posibilidades expresivas de materiales como el hormigón y el vidrio e incorporando a la arquitectura elementos hasta entonces considerados ajenos a la misma como los rótulos corporativos. Los arquitectos españoles formados en la década de los años 20 estuvieron sometidos a las influencias casi simultáneas de estilos tan diferentes en origen como el art decó, el futurismo, el racionalismo o el expresionismo. Desde la Institución Libre de Enseñanza se programaban cursos y conferencias a los que acudían prestigiosos arquitectos europeos del momento como Marcel Breuer, Erich Mendelsohn, Walter Gropius o Le Corbusier. Ese fue el caldo de cultivo en el que se gestaron algunos de los grandes edificios españoles de la época. Madrid experimentó desde 1900 hasta 1930 un crecimiento demográfico continuado, pasando de 540.000 a 950.000 habitantes. A su condición de centro político y sede de los organismos de la Administración del Estado, se unió la implantación lenta pero constante de actividad industrial y comercial. La población inmigrante, de escaso poder adquisitivo, tuvo que acomodarse en modestas construcciones de un extrarradio de desarrollo rápido e incontrolado. El ensanche planificado en 1860 por iniciativa estatal quedó para satisfacer la demanda de suelo de la burguesía y aristocracia y no se colmató hasta bien entrado el siglo XX. Mientras tanto, siguiendo el modelo haussmaniano de reforma del centro histórico de París, se impulsaron sucesivas operaciones de cirugía para facilitar el acceso y la comunicación entre las diferentes partes de la ciudad. La apertura de una vía que comunicara el noroeste y el centro de la ciudad y facilitara el tránsito hacia la calle Alcalá era una idea contemplada desde antiguo. En 1862 se presentó el primer proyecto de reforma de prolongación de la calle Preciados y enlace de la plaza de Callao con la calle de Alcalá. El proyecto definitivo de lo que se vino a llamar Gran Vía se fue concretando en las décadas siguientes, aunque no se aprobó hasta 1904 y las obras no comenzaron hasta 1910. Debido a la complejidad de la operación, se desarrolló en tres etapas. El primer tramo, entre las calles de Alcalá y Montera, se realizó entre 1910 y 1917. El segundo tramo, entre la Red de San Luis y la plaza de Callao, se realizó entre 1917 y 1922. El tercero, entre la plaza de Callao y la plaza de España se inició en 1925 y finalizó tras la Guerra Civil. Esta planificación por fases o etapas dio lugar a notables diferencias entre las arquitecturas que fueron surgiendo en unos y otros tramos, siguiendo las corrientes estéticas de cada momento. En el primer tramo dominaron los eclecticismos e historicismos. En el segundo tramo aparecieron ya evidentes signos de modernidad junto a muestras de arquitectura todavía anclada en el pasado. En el tercer tramo, se adoptaron sin reservas los nuevos planteamientos del racionalismo, completándose con ejemplos de arquitectura neorrenacentista, ya en el período de la autarquía. Dentro del eje urbano de la Gran Vía, uno de los solares más destacados por su singularidad es el que se formó en su confluencia con la calle de Jacometrezo, coincidiendo con el quiebro entre el segundo y tercero de los tramos. Este solar tenía vistas privilegiadas desde la red de San Luis, desde la calle del Carmen y desde la propia plaza de Callao. En el año 1931, Enrique Carrión y Vecín, II Marqués de Melín, propietario del solar, convocó un concurso restringido para la realización de un proyecto de edificio multifuncional con cine, sala de fiestas, bar, cafetería o salón de té, hotel-residencia y oficinas, al que invitó a seis equipos de arquitectos, entre los que había jóvenes y consagrados. Fueron convocados al concurso denominado Carrión, Pedro Muguruza, Luis Gutiérrez Soto, Manuel de Cárdenas, Emilio Paramés con José María Rodríguez, Eduardo de Garay con Luis de Zabala y Vicente Eced con Luis Martínez Feduchi. Las propuestas presentadas oscilaban entre el monumentalismo de raíz historicista de Muguruza, las arquitecturas de inspiración americana de Cárdenas y del equipo Paramés-Rodríguez o el racionalismo de Gutiérrez Soto y los equipos Garay-Zabala y Eced-Martínez Feduchi. Sin embargo, el concurso fue anulado por el promotor, que encargó directamente el proyecto definitivo a Eced y Martinez Feduchi, imponiéndoles algunos cambios extraídos de otras propuestas. Luis Martínez Feduchi (1901-1975) y Vicente Eced y Eced (1902-1978) habían terminado sus estudios de arquitectura en Madrid en 1927. Es indudable que profesaban gran admiración por la obra de Erich Mendelsohn, hasta el punto de que su proyecto para el concurso del edificio Carrión, es consecuencia directa de uno de los proyectos del arquitecto alemán, el de Reforma y ampliación de la editorial Rudolf Mosse de Berlín, de los años 1921-1923. Adoptaron el mismo repertorio de elementos formales y una composición similar en la esquina, incluso reproduciendo en otras zonas de las fachadas la composición de huecos organizados verticalmente que recuerda a la arquitectura del primitivo edificio de la editorial berlinesa. Ese arriesgado planteamiento de partida, tomando para un edificio de nueva planta la imagen de otro edificio reformado con sistemas compositivos superpuestos, era sin lugar a dudas un peligro que pudo hacer fracasar su proyecto. Sin embargo, Martínez Feduchi y Eced consiguieron una obra con personalidad propia, utilizando sin complejos lo que la arquitectura del maestro alemán les ofrecía, pero adaptándola con inteligencia a las circunstancias particulares del concurso, sacando partido a un solar irregular en forma de proa y transformando el proyecto mediante la superposición de un torreón de líneas expresionistas, convirtiendo la esquina en referencia visual y protagonista del conjunto. Propusieron sustituir la esquina achaflanada de la alineación oficial por otra circular, considerando que con ello se podría disimular mejor la asimetría de la planta y mejorar las vistas desde el eje del segundo tramo de la Gran Vía. También supieron evitar cualquier efecto de monotonía en fachadas mediante el contraste de distintos materiales pétreos, destacando con ellos la complejidad de los planos y los juegos compositivos. Por otra parte, partiendo de un volumen y una imagen pensados para dar respuesta a un problema de encaje urbanístico, consiguieron una acertada organización interior del edificio, distribuyendo los diferentes usos de una manera clara y ordenada, apostando por técnicas de vanguardia tanto en la estructura como en las instalaciones, y cuidado hasta el detalle el diseño de los espacios interiores, llegando hasta la definición de un mobiliario específico, revelando con todo ello una sorprendente madurez a pesar de su corta experiencia profesional. La estructura se proyectó en hormigón armado para los dos sótanos y el cine, y metálica para el resto del edificio a partir del nivel de calle, donde se resolvieron los vanos de las entradas principales mediante vigas celosía Vierendeel de acero. Esta misma tipología estructural se usó, pero en hormigón armado, en la cubierta de la sala de cine, con piezas de 31 metros de luz y 3,10 metros de canto, en aquél momento las mayores de Europa. La sala de cinematógrafo, concebida para 1.900 espectadores, era una de las más amplias de su tiempo, con pendiente adecuada para una buena visibilidad desde todos los puntos. Se proyectó con tres plantas o niveles, patio de butacas, palcos y anfiteatro. El diseño interior de la sala, inspirado en obras como el Cine Universum de Berlín, era de gran rotundidad, apoyado por líneas o molduras paralelas que ayudaban a entender el espacio, respondiendo a los ideales del racionalismo expresionista pero sin olvidar la estética del Art Decó. El edificio proyectado tenía dos sótanos y catorce plantas sobre rasante, de las cuales las dos inferiores constituían una especie de basamento para vestíbulos y accesos a las distintas zonas, así como para el uso comercial, mientras que las ocho plantas generales eran de uso hotelero o residencial. Las cuatro plantas superiores se limitaban al esbelto torreón que no permitía la normativa municipal de la época, por lo que la concesión de la licencia de obras fue muy laboriosa. La construcción se inició el 11 de abril de 1931, y a pesar de su complejidad se inauguró el 15 de octubre de 1933, rebautizándose durante las obras como Edificio Capitol. La empresa constructora fue Macazaga, que contaba con los servicios del ingeniero Agustín Arnáiz y del arquitecto Luis Moya. Rodeado en su ámbito urbano de otros edificios de estética dispar entre los que destacaba poderosamente, el edificio Capitol fue en su momento la demostración de que el lenguaje arquitectónico racionalista era perfectamente válido para hacer arquitectura de carácter singular o monumental sin recurrir al repertorio de elementos propios de los historicismos. Fue premiado en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1934 y su mobiliario, diseñado por Luis Martinez Feduchi, fue distinguido por el Ayuntamiento de Madrid con un premio en 1933. En principio, el proyecto solo preveía sobre la entrada del hotel el discreto rótulo “EDIFICIO CARRIÓN”, en letras sueltas de metal. Durante las obras, con motivo del cambio de nombre, se diseñaron varios rótulos corporativos o identificativos de la actividad que se incorporaron al edificio de forma inmediata, utilizándolos como recurso expresivo, tal como hacía Erich Mendelsohn en sus obras. En coronación de la torre se situó un gran rótulo luminoso con letras sueltas de tipografía helvética, indicando simplemente “CAPITOL”. Sobre la marquesina del cine se colocaron tres pequeños rótulos luminosos, también en letra de tipografía helvética, indicando “CAPITOL – SALA DE ESPECTÁCULOS – CAPITOL”. En pocos meses se multiplicaron los rótulos anunciando de forma reiterativa las distintas actividades del edificio. Poco después aparecieron rótulos corporativos de los inquilinos que iban ocupando oficinas o locales y finalmente se colocaron muestras publicitarias ajenas por completo a las actividades o contenido del inmueble.La utilización abusiva de este edificio como soporte publicitario durante setenta años se entiende por su posición privilegiada en la ciudad y por la normativa relajada sobre publicidad exterior en determinadas etapas. Es cierto que sus autores consideraron la posibilidad de colocar muestras publicitarias ante los ventanales del torreón, como fuente de recursos económicos para la propiedad, y así se recoge en la memoria y en uno de los planos del proyecto, aunque el elaborado diseño de las carpinterías de esa parte de la fachada contradice la idea de que ellos desearan realmente que así fuera. Más bien hay que pensar que, dada la baja rentabilidad de los espacios del torreón y la dificultad para conseguir licencia municipal, quisieran asegurar su construcción ofreciendo alternativas comerciales al promotor. Por otra parte, los dibujos originales de los arquitectos, tanto los planos de los proyectos firmados por ambos como la perspectiva nocturna dibujada por Martínez Feduchi, no incluyen elementos publicitarios en el edificio, ni en el torreón ni en ningún otro lugar. Tras la inauguración del edificio, las carreras de los dos arquitectos siguieron caminos diferentes. Durante la Guerra Civil, Vicente Eced militó como oficial en el bando republicano y fue inhabilitado temporalmente por el régimen franquista, aprovechando más tarde su experiencia para proyectar varios cinematógrafos. Luis Martínez Feduchi dedicó su actividad preferentemente al diseño de mobiliario y a la restauración, desarrollando proyectos para el Ministerio de Asuntos Exteriores. El edificio Capitol ha quedado para la posteridad como la obra destacada de ambos arquitectos. Este edificio ha llegado hasta nuestros días con escasas modificaciones, al menos en sus aspectos fundamentales. Las más importantes, realizadas en 2002, afectan a las dos nuevas salas de cine ubicadas en el sótano, bajo la sala principal, en lo que había sido un bar americano. Entre 2004 y 2007 se realizaron obras generales de adaptación en el edificio, teniendo como base las determinaciones fijadas en un Plan Especial, para adecuarlo a la normativa vigente en materia de accesibilidad y protección contra incendios, promovidas por Daellos, S.A., entidad propietaria del inmueble. El local de esquina, que fue en su momento salón de té, bar y sala de fiestas, es actualmente un local comercial. Interiormente el hotel ha crecido, ocupando la casi totalidad de espacios dedicados anteriormente a oficinas y apartamentos. Los salones ubicados originariamente en la rotonda de esquina se han convertido en habitaciones, perdiendo la posibilidad de irradiar luz por la noche como pretendían sus autores. Se han introducido nuevos ascensores por los patios de luces. Exteriormente se ha modificado la rotulación original y el faldón para publicidad de la marquesina del cine. El zaguán de entrada y taquillas se ha revestido completamente de pantallas luminosas de LED. El mobiliario específico diseñado por Luis Martínez Feduchi para el hotel y los apartamentos, del que existe constancia documental y bibliográfica, no se conserva en el edificio.
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La publicación 10/XX. Arquitectura contemporánea protegida en la Comunidad de Madrid tiene como objetivo difundir los valores relevantes de los inmuebles, que los han hecho merecedores de ser especialmente protegidos y concienciar a la sociedad del valor cultural y arquitectónico de tantas construcciones del siglo XX que conforman nuestro paisaje urbano.
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