
Conjunto Histórico de Colmenar de Oreja
Bien de Interés Cultural en la categoría de Conjunto Histórico
La ciudad de Colmenar de Oreja es un conjunto urbano complejo, tanto por su forma, resultado de un peculiar proceso de crecimiento condicionado por la topografía y el devenir histórico, como por los usos, pues sus actividades productivas, artesanales e industriales están desde tiempos remotos integradas en el casco urbano.
Información General
El territorio donde se asienta Colmenar de Oreja está marcado desde la antigüedad hasta la Edad Media por la existencia de un paso o vado estratégico para cruzar el río Tajo, ya utilizado por Aníbal en las guerras púnicas. Los romanos se establecen de forma permanente en la vega, estando documentados varios “vicus”, uno de los cuales puede ser el origen de la ciudad de Aurelia. Durante la dominación musulmana, en la etapa califal, se construye el castillo de Aurelia u Oreja en la orilla izquierda del río, con el fin de controlar y proteger el vado.
Tras la conquista de Toledo por Alfonso VI en 1085, las tierras del valle del Tajo cambian alternativamente de manos, hasta que en el año 1139, coincidiendo con el declive del poder almorávide, Alfonso VII conquista definitivamente el castillo de Oreja y ese mismo año le otorga el “Fuero de Aurelia”, iniciándose el proceso repoblador del territorio. Algunos investigadores consideran que cuando se conquista Oreja, en Colmenar existe ya una alquería o un núcleo cercado en la margen izquierda del barranco.
La formación y desarrollo de Colmenar de Oreja durante el siglo XII está en estrecha relación con los avatares de la reconquista. El fracaso inicial del proceso repoblador y el nuevo peligro almohade propician que en 1171, Alfonso VIII entregue la fortaleza de Oreja con sus términos y aldeas, entre las que se encuentra Colmenar, a la recién creada Orden de Santiago, con el fin de reforzar la línea del Tajo. La Orden, que tiene su cabecera en las cercanas Uclés y Ocaña, constituye en 1174 la Encomienda de Oreja, que comprende los términos de Oreja, Colmenar y Noblejas, comenzando así el período santiaguista que se prolonga hasta el siglo XVI.
Aunque no hay unanimidad entre los historiadores sobre la evolución urbana en ese período, la idea más aceptada es que se produce un crecimiento por agregación en el pequeño núcleo inicial, dando lugar a una forma arriñonada adaptada a la topografía. Simultáneamente se va formando otro núcleo de población en la margen derecha del barranco, que se denomina “arrabal”. La estructura de este segundo núcleo es más abierta e irregular, ya que el caserío se va extendiendo hacia el norte y hacia el sur siguiendo la topografía natural, formándose manzanas por agregación de casas a lo largo de los caminos. En el arrabal se construye en el segundo tercio del siglo XIII una iglesia dedicada a Nuestra Señora del Sagrario y el palacio del Comendador.
Por las Actas de Visitas de la Orden de Santiago se sabe que en el siglo XV existe una muralla que delimita el núcleo de población situado en la margen izquierda del barranco con veinte torres revestidas de yeso.
Colmenar se ve favorecido pronto por diversos privilegios. En 1329, el Maestre de la Orden le concede privilegio de pastos, lo que favorece el desarrollo de la ganadería. En 1440 le concede privilegio de paso libre por los vados del Tajo, ratificado por los Reyes Católicos en 1494 y por Carlos I en 1523. En 1513 obtiene por privilegio real, el rango de Villa Libre y Eximida.
Todo ello contribuye a que se convierta en uno de los centros comerciales más florecientes de Castilla la Nueva, de la mano de un sostenido crecimiento demográfico. Ya en 1468 es el núcleo más poblado de la Encomienda de Oreja con 300 vecinos y 1.131 habitantes.
En el año 1511, la Orden decide ampliar la pequeña iglesia de Nuestra Señora del Sagrario, comenzando por la cabecera. Su transformación en una gran iglesia gótica de tres naves dura un siglo, terminándose la torre en 1615.
En 1540, en una operación ligada a la adquisición de terrenos para el futuro Real Sitio de Aranjuez, el emperador Carlos I desmembra la Encomienda de Oreja y crea en su término dos señoríos jurisdiccionales: Noblejas y Colmenar de Oreja con Oreja, que pasan a ser propiedad de don Diego de Cárdenas y Enríquez, primer Duque de Maqueda. El palacio del Comendador se convierte en residencia de los Señores de Colmenar. A partir de ese momento, la Orden de Santiago solo conserva en la zona algunas obligaciones religiosas que perduran hasta 1811. En el año de creación del Señorío, la población de la villa es de 761 vecinos y 2.869 habitantes.
En la segunda mitad del siglo XVI, el acontecimiento más relevante para el desarrollo urbano es la fundación del Convento Franciscano de San Bernardino de Siena, por don Bernardino de Cárdenas y Carrillo de Albornoz, segundo Señor de Colmenar de Oreja, muerto en la batalla de Lepanto, que se ubica al oeste del arrabal. En el edificio se imparten enseñanzas como gramática, filosofía y teología, desarrollándose con normalidad la vida monacal hasta la desamortización de 1825, en que pasa a manos privadas.
El Cristo crucificado que el Papa Pío V regala en 1571 a doña Luisa de Cárdenas es colocado en un humilladero hasta que a finales de siglo se construye una ermita en el paraje de Santa Catalina, origen de la actual ermita del Santo Cristo del Humilladero.
En 1625, el rey Felipe IV crea el Condado de Colmenar de Oreja, siendo su primer conde don Bernardino de Velasco Rojas y Ayala.
Hasta ese momento la villa carece de estructura unitaria, contando con un núcleo cercado y el arrabal, separados por el barranco. En el siglo XVII se plantea la conexión de ambos asentamientos con un simple puente y después la cubrición del barranco con una plataforma que conforme un nuevo espacio urbano, laborioso proceso que culmina dos siglos más tarde.
En estos años se construye un segundo convento al norte del conjunto urbano. Don Diego de Cárdenas, antiguo Señor de Colmenar, funda el convento de la Encarnación de Agustinas Recoletas. Las trazas son realizadas por el arquitecto Fray Lorenzo de San Nicolás y las obras comienzan en 1639, aunque se paralizan en 1646. Francisco de Ayala y Velasco, segundo Conde de Colmenar da nuevo impulso a la construcción, que concluye su hermano Antonio, de forma que en 1688 se constituye la comunidad de religiosas. Formando cuerpo con el convento, el mismo arquitecto construye una casa-palacio para los Cárdenas, que sustituye al arruinado palacio del arrabal. En el siglo XIX, la desamortización afecta parcialmente a los bienes del convento, aunque la comunidad religiosa conserva el edificio y consigue la propiedad del palacio anejo.
A lo largo del siglo XVIII la población de Colmenar de Oreja se consolida y diversifica sus actividades, siendo, tras Madrid y Alcalá de Henares, el núcleo más poblado de la región. El censo de 1751 arroja una población de 1.224 vecinos con 4.618 habitantes, de los que un 40 por 100 se dedica a la agricultura, un 32 por 100 a la industria y las canteras, y el 28 por 100 restante a otras actividades. La villa cuenta con una privilegiada agricultura de secano y regadío, una próspera ganadería y numerosas industrias, entre las que hay que citar la del esparto, la explotación de canteras de piedra, la elaboración de vino y aguardiente, pero sobre todo, la fabricación de tinajas de barro cocido, que adquieren fama en toda la península y se llegan a exportar a ultramar. Esta industria condiciona y modela el paisaje urbano y su entorno, por la presencia de numerosos jaraíces o balsas de decantación de barro, talleres de fabricación de las piezas y hornos de cocción, que necesitan grandes cantidades de leña.
A partir de 1738, el trabajo de las canteras recibe un impulso extraordinario por la construcción del nuevo Palacio Real de Madrid, y durante más de un siglo la piedra caliza de Colmenar se convierte en material imprescindible para los edificios públicos y monumentales de la capital y del Real Sitio de Aranjuez.
Entre los años 1751 y 1772 se amplía la ermita del Santo Cristo del Humilladero con una construcción barroca monumental, y poco después, ya en el espíritu ilustrado, se construyen las fuentes del Barranco y de los Huertos, dotadas de un complejo sistema de abrevaderos y lavaderos.
Las obras de ampliación del puente del Zacatín y la nueva plaza Mayor se reanudan y concluyen en 1794. Se construye el frente de casas porticadas del extremo este de la plaza. En 1792 finaliza la construcción del nuevo pósito, que delimita y separa la plaza del Mercado y la plaza Mayor, y se reforma el edificio del Ayuntamiento. De esa manera, la plaza queda perfectamente delimitada por los extremos este y oeste.
El censo de Floridablanca (1786) realizado con métodos modernos registra 4.427 habitantes, lo que refleja la estabilidad de la población a lo largo del siglo.
En el año 1811 las Cortes de Cádiz decretan la abolición de los señoríos, terminando el período de vasallaje de la familia Cárdenas y sus descendientes. En 1833 se aprueba la nueva división territorial de España, por la cual la villa pasa a depender del partido judicial de Chinchón, integrado en la provincia de Madrid. Se rompen así los vínculos históricos con Toledo. El censo de 1847 arroja una población de 5.027 habitantes.
Según el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz (1845 y 1850), Colmenar de Oreja tiene 800 casas, casi todas de un solo piso habitable, muy anchas y capaces, y describe la plaza Mayor indicando que al norte y al sur solo dispone de una tapia. El Ayuntamiento decide finalmente completarla, encargando en 1862 el proyecto de las viviendas de las dos alineaciones.
A lo largo del siglo XIX se realizan diversas infraestructuras y dotaciones públicas, como el Cementerio Parroquial de 1834, el Teatro de la Caridad de 1853, construido sobre un antiguo hospital y posteriormente denominado Teatro Diéguez, o el Mercado de Abastos de 1872. Como reflejo de la prosperidad económica, muchas viviendas y casas de labor se reforman y amplían, manteniendo la tipología característica pero habilitando como espacios habitables las cámaras y almacenes de las plantas superiores.
La configuración urbana queda plasmada en el plano del Instituto Geográfico y Estadístico de 1879, donde se aprecia que el conjunto apenas ha sufrido modificaciones hasta nuestros días, conservándose el trazado de la mayor parte de sus calles y plazas. La población sigue creciendo durante esos años, completando el trazado del sector suroeste, y desarrollando un arrabal lineal paralelo al barranco.
Los nuevos desarrollos urbanos localizados en la zona norte forman el barrio industrial de la Tinajería. En las calles Malcasado, Afuera de Tinajeros, Poza del Moral o Casas Quemadas aparecen numerosas naves y fábricas donde se concentra la artesanía y la industria local. La fabricación de tinajas alcanza a finales del siglo su mayor esplendor, con 29 hornos en funcionamiento.
En 1903 llega el ferrocarril a Colmenar de Oreja, abriendo grandes expectativas para el desarrollo comercial. La facilidad de transporte potencia durante unos años la explotación de las canteras. El rey Alfonso XIII le concede el título de Ciudad en 1922 por el desarrollo creciente de su agricultura, industria y comercio, y su constante adhesión a la monarquía.
La aparición del cemento “portland” significa la decadencia de la industria de construcción de tinajas de barro cocido, por imposibilidad de competir en precio con las tinajas de hormigón, más grandes, resistentes y realizadas con técnicas sencillas. Por otra parte, el agotamiento de las canteras de piedra priva a la ciudad de una de sus tradicionales fuentes de riqueza. La línea férrea va perdiendo rentabilidad tras la guerra Civil, suprimiéndose paulatinamente el servicio de viajeros y mercancías, hasta su cierre total a finales de los años sesenta.
A medida que avanza el siglo XX, la ciudad crece en dirección norte y noreste, aprovechando una topografía más favorable, al estar limitado por barrancos en el resto del perímetro urbano. A partir de los años sesenta, van apareciendo urbanizaciones diseminadas por todo el término municipal y nuevos desarrollos residenciales o industriales adosados al casco urbano.
Junto con un número significativo de edificios y obras públicas de carácter monumental, existe un importante conjunto de grandes casas de labor de los siglos XVII, XVIII y XIX que incorporan a su arquitectura, de elevado interés tipológico, elementos del patrimonio etnográfico e industrial, como cuevas y bodegas. Existe también un conjunto de construcciones autónomas de carácter industrial, no vinculadas a casas de labor, entre ellas diversas fábricas, talleres, almazaras, hornos de tinajas y hornos de cal. El resto del casco urbano protegido por la declaración está constituido por viviendas de proporciones más modestas, con volumetría y composición de huecos característica, que aportan interés ambiental al conjunto.
Hay que citar también el patrimonio arqueológico, cuyo alcance e importancia está por determinar, que debe aportar las claves para el conocimiento histórico de los orígenes y desarrollo de la ciudad, objeto de controversia hasta el día de hoy. A tal efecto, se encuentra delimitado el yacimiento CM/0043/040 que ocupa una parte del casco urbano.
El tejido urbano de Colmenar está compuesto por dos claras estructuras, enlazadas a través de antiguos caminos y hoy unidas por la plaza Mayor, superpuesta al barranco del Zacatín que antaño las separaba.
El primer tejido, que parece responder al núcleo original de la población, se asienta en la ladera este del barranco, delimitado en el borde meridional y suroeste por muros de contención que aprovechan el terreno escarpado. El borde este lo delimita la calle Cava, conformando en su recorrido el borde de la antigua muralla. La implantación en el territorio, el trazado de las calles y la densidad de la parcelación delatan su origen medieval, pese a la ausencia de edificios singulares en el interior. La muralla que abrazaba este primer núcleo contaba, entre otras, con la torre Merina y el torreón del Espolón, que se conservaban todavía en 1825.
El segundo tejido se desarrolla en el lado oeste del barranco, estructurado en torno a la iglesia parroquial, que configura el espacio urbano conocido como Plaza Vieja. Se intuye en él un primer recinto, cuya forma redondeada podría responder a una cerca desaparecida. Aquí se asientan las viviendas acomodadas y señoriales, así como los edificios conventuales de época moderna.
Ambos tejidos quedan conectados definitivamente con la creación de la plaza Mayor, amplio espacio porticado sensiblemente rectangular que responde a la tipología de plaza castellana tradicional, en este caso resultado de una cuidadosa planificación a lo largo de dos siglos. Situada sobre el barranco y túnel del Zacatín, su génesis ha quedado descrita al tratar la evolución histórica de la villa. Se trata de un conjunto de edificaciones homogéneas de sabor popular, con soportales y galerías en todo el perímetro, que incorporan elementos propios de arquitecturas cultas, como los pilares y columnas toscanas de piedra. La pieza más significativa es el Pósito, construcción terminada en 1792 en la que los soportales están flanqueados por dos cuerpos simétricos con ventanas. Menos rotundo es el Ayuntamiento, edificio preexistente que es adaptado a las condiciones de la nueva plaza en 1798, añadiéndole una nueva fachada, lo que le resta claridad tipológica. Bajo el suelo de la plaza, en dirección norte-sur, cruza el túnel del Zacatín, construido entre los siglos XVII y XVIII, con varios tramos perfectamente diferenciados que corresponden a cada etapa constructiva. El conjunto del túnel, la plaza y los edificios perimetrales tiene el máximo interés arquitectónico y urbanístico.
La iglesia parroquial de Santa María la Mayor es el gran edificio religioso de Colmenar, y tiene incoado expediente para su declaración como Bien de Interés Cultural desde 1982. Se trata de una construcción gótico-renacentista realizada entre los años 1515 y 1615, cuya concepción va evolucionando desde un modelo de iglesia de cruz latina con una sola nave y capillas laterales a una iglesia de tres naves de planta de salón. Las tres portadas son ya renacentistas de espíritu herreriano, y la torre con chapitel empizarrado corresponde al estilo austero del primer tercio del siglo XVII. La iglesia se completa con dos capillas barrocas, debidas a Juan Bautista Monegro y a Fray Lorenzo de San Nicolás.
El convento de la Encarnación de Agustinas Recoletas se construye a partir de 1639 según trazas de Fray Lorenzo de San Nicolás, y es uno de los más importantes conjuntos conventuales de la Comunidad de Madrid, fundamental para el estudio de la obra de este arquitecto. El templo, de planta de cruz latina, se cubre con bóvedas de cañón, y cúpula encamonada sobre el crucero, muy visible en el paisaje urbano. El convento se articula en torno a varios patios y dispone de una huerta y jardín cercados con alta tapia. En el exterior destaca el atrio y la fachada de la iglesia, dominada por un frontón partido de líneas cóncavo-convexas. Muy dañado en la guerra Civil, es reconstruido en 1947 por la Dirección General de Regiones Devastadas.
La ermita del Santo Cristo del Humilladero es obra de los siglos XVI y XVIII. Hacia 1592 comienza la construcción de la primera ermita, de planta de cruz latina con cabecera cuadrangular, cubierta con cúpula y bóvedas de cañón. Responde a un modelo muy utilizado en ese período. El conjunto se completa con un cuerpo de planta de cruz griega adosado a los pies de la nave, con una gran cúpula sobre pechinas, construido en el tercer cuarto del siglo XVII dentro de la estética del último barroco.
Los restos del convento franciscano de San Bernardino de Siena, construido en la segunda mitad del siglo XVI, ocupan una manzana completa en el sector noroeste de la ciudad. El edificio está construido dentro de los parámetros de sencillez y sobriedad propios de la orden franciscana, y se encuentra en mal estado de conservación como consecuencia de su desamortización en 1825. Conserva el crucero y presbiterio de la iglesia, y las dependencias en torno al claustro principal. También conserva restos de la noria de riego y parte de las tapias del convento. De su etapa industrial conserva dos hornos de tinajas documentados en 1879, uno de ellos encajado en el crucero de la iglesia, y varias naves realizadas con mampostería de piedra.
La ermita de San Roque, situada en la bifurcación de las carreteras de Valdelaguna y Belmonte, es obra de los siglos XVII y XVIII. Muy dañada en la guerra Civil, es reconstruida y acortada en 1957.
El cementerio de Santa Catalina, creado por iniciativa privada en 1860, se encuentra al sur del núcleo urbano, en el cerro homónimo. Su estructura inicial es de un solo claustro con galerías porticadas, siendo ampliado en 1922 con un segundo claustro de tipología similar con columnas de fundición.
El teatro municipal Diéguez es el edificio civil más importante de la ciudad. Construido sobre el antiguo Hospital de la Caridad a mediados del siglo XIX, ha sufrido sucesivas transformaciones para adecuarlo a los requisitos del uso teatral. La configuración de la sala y el escenario datan de 1901 y 1908, respectivamente. El escenario conserva la tramoya de madera, una de las más antiguas de la Comunidad de Madrid.
El mercado de abastos, construido en 1872, sigue el modelo tipológico en boga en esos años, con patio abierto y soportales en todo el perímetro, realizados con estructura de madera apoyada en pilares de piedra. El edificio ha sido recientemente convertido en hospedería.
La fábrica de crémor tártaro es una construcción industrial de finales del siglo XIX realizada con mampostería de piedra, reforzada con sillares en esquinas y con fábrica de ladrillo en recercados. Tiene dos cuerpos principales de distinta altura dispuestos ortogonalmente y otros cuerpos auxiliares, torreón y chimeneas. Cuenta, asimismo, con un complejo sistema de cuevas y bodegas excavadas a distintas profundidades. A pesar de su mal estado de conservación y de algunas mutilaciones, es uno de los elementos más importantes del patrimonio industrial de la ciudad.
La fuente del Barranco es una construcción situada a la salida del túnel del Zacatín, que recoge las aguas canalizadas que nacen en el barranco. Se compone de una galería de captación, pilón cubierto por estructura abovedada de tres tramos realizada en sillería de piedra caliza que ostenta escudos de los Cárdenas, abrevadero y lavaderos del mismo material. Las partes fundamentales del conjunto pueden fecharse en 1779.
La fuente de los Huertos está situada en una vaguada al oeste del casco urbano con galerías de captación que se remontan a comienzos del siglo XVII, pilón cubierto por estructura abovedada de piedra caliza de dos tramos, abrevadero y lavaderos también de piedra caliza. El pilón y abrevadero son de finales del siglo XVIII y los lavaderos de finales del siglo XIX.
Los hornos de tinajas son construcciones del mayor interés que forman parte del patrimonio etnográfico-industrial. De los 32 que recoge la crónica local a finales del siglo XIX (29 en funcionamiento), se han identificado seis, uno adosado a la cabecera de la iglesia del antiguo convento franciscano de San Bernardino, otro en las antiguas huertas del mismo convento, dos muy próximos en la calle Casas Quemadas, números 9 y 9D, otro en la calle Poza del Moral, número 2, y el sexto, denominado “Jai Alai”, en el camino de Vallehondo, fuera del conjunto histórico y de su entorno de protección. Se trata de construcciones de planta cuadrada, con una cámara inferior u hogar cubierta por bóveda de arcos paralelos de ladrillo refractario, y forjados del mismo material con huecos o ranuras para permitir el paso del calor. La cámara superior se cubre con cúpula semiesférica, que concentra el calor. Casi todos ellos se encuentran en mal estado de conservación.
Los hornos de cal son construcciones que forman parte del patrimonio etnográfico- industrial. En el límite sur del casco urbano, cerca del arrabal, se conserva un complejo de estructura simétrica de gran interés, aunque bastante deteriorado.
El puente del Pilarejo es una construcción del siglo XVIII de sillería y mampostería de piedra que salva la vaguada que separa el casco urbano del cerro de Santa Catalina, para facilitar el acceso a la ermita del Santo Cristo del Humilladero.
El museo municipal Ulpiano Checa es un inmueble híbrido construido a partir de una antigua vivienda, más importante por su contenido que por su arquitectura.
La ermita de San Juan es una construcción del siglo XVI inscrita en la tradición mudéjar que incorpora elementos góticos y renacentistas. Está vinculada al casco urbano, pero queda fuera de la delimitación del conjunto histórico y su entorno, por lo que deberá ser objeto, en su caso, de un expediente individual de protección.
El cementerio parroquial, creado en 1834, se encuentra al norte de la población. El primitivo recinto cuadrado fue ampliado en 1907 con otro de planta rectangular, que incorpora
una larga galería porticada con esbeltas columnas de fundición. También está vinculado al casco urbano a través de un camino arbolado, pero fuera de la delimitación del conjunto histórico y su entorno, por lo que deberá ser objeto, en su caso, de un expediente individual de protección.
La arquitectura residencial de Colmenar merece capítulo aparte dentro de la descripción general de inmuebles singulares. Se conservan en el casco urbano buen número de grandes casas de labor, con tipología perfectamente identificable que incorpora interesantes variantes sobre otros ejemplos de su área geográfica. La parcelación histórica ha dado como resultado largas fachadas a la vía pública, permitiendo el acceso directo a varios de los patios interiores de cada vivienda. Esto ha propiciado la aparición de diferentes modelos de puertas adaptadas a usos y situaciones concretas. Los portones para carros o vehículos incorporan frecuentemente guardacantones y jambas de piedra caliza, con dinteles de madera vista. Las puertas principales para acceso de personas suelen tener un cuidadoso tratamiento de las jambas y el dintel, donde frecuentemente se combina la piedra y la madera. Especial interés tienen las hojas de las puertas, de estructura compleja para permitir distintos grados de apertura.
La composición de las fachadas es siempre ordenada y de rara uniformidad, a pesar de no haber existido ordenanzas al respecto. Se organizan por tramos, a veces con diferentes alturas de cornisa, que reflejan usos distintos al interior. Durante el siglo XIX, muchas casas burguesas o de labor son reformadas para adaptar la planta alta al uso residencial, introduciendo balcones para destacar las partes nobles. Los patios principales suelen tener soportales en uno o varios de sus lados con columnas de piedra, de madera o de fundición, y solanas o galerías de madera en la planta superior. Bajo las casas, es habitual la existencia de cuevas-bodega, cuyas dimensiones son proporcionales a la importancia de la heredad, a las que se accede desde los soportales de patios o corralizas, y ventilan al exterior a través de orificios practicados en losas de piedra. Con frecuencia tienen estructura en forma de peine, con nichos para las tinajas. Además de las cuevas, suelen existir bodegas en superficie con tipología de nave cubierta a dos aguas, donde se sitúa la prensa o lagar. El resto del espacio suele estar ocupado por alineaciones de grandes tinajas.
El material básico que emplea la arquitectura tradicional en Colmenar es la mampostería de piedra con refuerzos de sillares en las esquinas, añadiendo en ocasiones verdugadas de ladrillo. La mampostería de tipo toledano no es frecuente, salvo en edificios singulares. El formato de la piedra utilizada en la argamasa es pequeño y con aristas, lo que denota la relativa escasez o carestía de piedra caliza de cantera desde tiempos remotos. Esta se reserva para los elementos de refuerzo u ornamentales. La fábrica de mampostería se recubre generalmente con revoco de yeso en su color natural, blanco grisáceo. No obstante, existen ejemplos de tratamiento de fachadas con recercados o dibujos, generalmente en tonos rojizos. En los solados y acerados, se combina la piedra caliza y el material cerámico obtenido del corte de las tinajas defectuosas (tejón), formando dibujos. El ladrillo visto no se utiliza apenas en la arquitectura tradicional, salvo edificios singulares de épocas muy concretas. La madera se utiliza con profusión en pilares, zapatas, galerías, barandillas, aleros y techumbres.
Se trata, en suma, de una construcción sobria, ordenada y perfectamente adaptada a las condiciones del entorno, alejada del pintoresquismo y de la ostentación, que a sus valores arquitectónicos añade otros vinculados al patrimonio etnográfico e industrial. La arquitectura residencial de Colmenar merece, por tanto, un estudio sistemático y pormenorizado para su documentación y correcta conservación.
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Fotografias : web de Turismo de la Comunidad de Madrid