Los Trastornos del Espectro Autista (TEA)

En la mayoría de los casos, los niños con trastorno del espectro autista muestran una apariencia física normal, aunque puedan presentar diferentes alteraciones en su comportamiento.

Los trastornos se van a presentar principalmente en tres áreas del desarrollo: alteraciones en sus habilidades de comunicación y lenguaje, alteraciones en sus habilidades de interacción social, así como por la presencia de un repertorio muy restringido de intereses y comportamientos, que limitan la variedad de las actividades y de las conductas cotidianas de la persona.

Un menor contacto visual, falta de respuesta cuando los llaman por su nombre o indiferencia ante las personas de su entorno familiar pueden ser síntomas de un trastorno del espectro autista en la primera infancia. Algunos niños con trastornos del espectro autista tienen dificultades de aprendizaje. Otros niños con este trastorno tienen una inteligencia entre normal o alta, aunque tienen problemas para comunicarse, aplicar lo que saben en la vida diaria y adaptarse a situaciones sociales.

En ocasiones, el niño puede presentar también algunas características inusuales, como una gran sensibilidad a algunos estímulos auditivos (sonidos), táctiles (tejidos, texturas…), olfativos e incluso ante diferentes sabores.

Los trastornos del espectro autista son más comunes en niños que en niñas y ocurren por igual en cualquier grupo cultural y social. Las familias con un niño con trastorno del espectro autista tienen un mayor riesgo de tener otro hijo con este trastorno. También es frecuente que los padres o familiares de un niño con trastorno del espectro autista tengan problemas menores con las habilidades sociales y de comunicación, o ciertas conductas típicas de este trastorno.

Los TEA no tienen una causa conocida. Existe un componente genético sobre el que pueden actuar factores ambientales para que se desarrollen este tipo de trastornos. Algunos padres, especialmente las madres, suelen pensar que debió ocurrir algo durante el embarazo, el parto, etc. que haya provocado el trastorno, lo cual es incierto. Lo que le ocurre a los niños que presentan un TEA no es responsabilidad de sus padres, no hubo manera de prevenirlo y, por supuesto, nada tiene que ver con la crianza de los mismos.

Los TEA son trastornos crónicos. No se curan, es decir, no desaparecen a lo largo de la vida. Sin embargo, disponiendo de intervenciones y de los apoyos adecuados los niños pueden desarrollar sus habilidades en diferentes ámbitos (social, de comunicación, rutinas diarias y otros). Además, existe una  tendencia a la disminución de las dificultades en su comportamiento con el curso de la edad.

Los tratamientos para los TEA buscan reducir los síntomas que interfieren con el funcionamiento diario y la calidad de vida. Los TEA afectan a cada persona de distinta manera y esto significa que las personas con TEA tienen distintas necesidades de tratamiento.

Tengan siempre en cuenta que los niños con TEA tienen las mismas necesidades de afecto y apoyo familiar que los demás niños, aunque a veces tengan dificultad para expresarlo. Cada niño posee una personalidad única y la expresión del trastorno, por tanto, es diferente en cada caso.

Cuanto antes se conozcan los puntos fuertes y los puntos débiles del niño, y antes se comprendan sus características y necesidades, antes se podrán también iniciar las acciones específicas para favorecer su desarrollo e integración social.