Un documento musical muy especial
La Biblioteca Regional de Madrid posee entre sus fondos un inusual álbum formado por un conjunto de partituras pertenecientes a obras del maestro Chapí. La estampación de la notación musical es de Antonio Ruiz y la edición de Pablo Martín, cuyo establecimiento situado en la calle del Correo, 4, tuvo gran importancia no solo en la gestión editorial, sino también en el comercio y la venta de instrumentos musicales. Presenta una encuadernación holandesa en piel granate con las iniciales "M. I. F. de B." doradas y corona de los príncipes de Baviera y ángulos reforzados en piel del mismo color.
El conjunto, en el que aparece, entre otros, el sello con la firma de Ruperto Chapí, debe ser posterior a la fecha del estreno de la última de las obras incluidas en el volumen, El tambor de granaderos (1896), que al igual que otros números zarzuelísticos seleccionados para el álbum, es una reducción para voz y piano. Completando la descripción, hay que reseñar las cubiertas firmadas por un autor representativo del momento, José Cuevas. Destaca la que ilustra la obra Las campanadas (Lit. Sucesor de Fernández).
Música española en la corte bávara
La originalidad del documento se debe además a la familia que lo tuvo en propiedad, los Príncipes de Baviera. El álbum fue posiblemente un obsequio de la infanta de España, María de la Paz de Borbón y Borbón a su esposo y primo hermano, el príncipe Luis Fernando de Baviera. De la literatura existente sobre los príncipes bávaros o de las propias experiencias que relata de puño y letra la princesa, se deduce la afición familiar por la música. Las partituras que nos ocupan datan posiblemente entre los años 1880 y 1896, en la etapa del destierro francés de la reina Isabel II, restaurada ya la monarquía en España en la persona de Alfonso XII. Con él regresó a Madrid por algún tiempo la Infanta Paz, antes de partir de nuevo en 1883 hacia Munich, encumbrada a la dignidad de princesa de Baviera. No cuesta imaginar en este ambiente cortesano y un punto castizo del Madrid alfonsino, la existencia de veladas musicales en Palacio en las que se otorgase a la música del momento un papel preponderante que la propia Infanta trasladó a la corte bávara en la que se hizo traer, amén de limones y naranjas, el “aire español” en forma de música.
La edición musical: la zarzuela y su difusión
En el Madrid del último tercio del siglo XIX, la edición musical se reunía en la Villa en torno a un selecto grupo de establecimientos. Generalistas unos, o abiertos a especialidades musicales concretas otros. Éste es el caso del almacén de Pablo Martín Larrouy, del que se conoce su actividad preferente, aunque no exclusiva, como comerciante de títulos líricos entre 1875 y principios del siglo XX. Las más influyentes familias madrileñas, entre ellas la mismísima Casa Real, no debieron privarse de su fondo editorial que con el tiempo pasaría a la Casa Dotesio y en definitiva, a la conocida Unión Musical Española.
Madrid, en el epicentro de la producción teatral española finisecular, reunía en esta época, la parte más nutrida del talento creativo del país y disponía del entramado empresarial y logístico apropiado para alumbrar con todo su esplendor la producción de obras representativas de la lírica española. En esta edad dorada de zarzuelas y sainetes, brilla con luz propia una pléyade de compositores que, como Ruperto Chapí, han formado, junto a destacados libretistas, parte principal de la historia de la música española.