Restauración de las pinturas murales de la bóveda de la iglesia parroquial de Santa Bárbara
La iglesia de Santa Bárbara cuenta con uno de los interiores más suntuosos del barroco madrileño
Pinturas murales de la bóveda situada a los pies de la iglesia parroquial de Santa Bárbara
La decoración mural fue realizada entre 1755 y 1757 por los hermanos González Velázquez bajo la dirección y supervisión del pintor italiano Corrado Giaquinto. Los graves problemas de humedad habían provocado que las pinturas presentaran alteraciones severas. La intervención en la pintura de la bóveda situada a los pies de la iglesia ha permitido detener los procesos de degeneración. Gracias a las reintegraciones puntuales se ha podido recuperar la visión de conjunto de la obra.
La pintura objeto de intervención se sitúa en la bóveda que cubre el último tramo de la nave, a los pies de la iglesia, y sobre el coro alto, y representa la Predicación de San Francisco de Sales.
La escena muestra al Santo en el centro de la composición predicando a numerosos fieles que se organizan en grupos. Los personajes presentan forzados escorzos, de forma que se genera un movimiento que contrasta con la serena posición vertical del Santo. La pintura muestra una ejecución precisa donde se han aplicado colores de exquisitas tonalidades, luminosos, con una gran variedad compositiva, mostrando la exuberancia propia del estilo rococó, conjugado con acierto la gracia italiana con el dibujo de trazo firme.
La obra está realizada con una técnica mural al temple sobre fábrica de yeso.
El pintor partió de un dibujo previo realizado con incisiones sobre la preparación húmeda, para luego comenzar a pintar con el mortero seco mezclando los pigmentos con cal pura para que se fijasen a la superficie.
Esta técnica se realiza de forma rápida y permite ejecutar superficies grandes, pero crea una capa muy delgada y de débil carbonatación sobre la superficie, haciendo la pintura muy vulnerable al paso del tiempo y a cualquier agente atmosférico, como la humedad por filtración.
La iglesia de Santa Bárbara formaba parte del monasterio de la Visitación de Nuestra Señora, fundado a instancias de la reina Bárbara de Braganza, vinculado a la Orden de la Visitación de Santa María, creada por San Francisco de Sales y Santa Juana Francisca Frémyot de Chantal y conocido como las ‘Salesas Reales’.
Los trabajos comenzaron con la colocación de la primera piedra el 26 de junio de 1750 y se inauguró en 1758. La iglesia, que se situaba en el ángulo suroeste del enorme edificio conventual, es de grandes dimensiones. Presenta planta de cruz, formada por una nave de dos tramos con hornacinas laterales, crucero cubierto con una cúpula sobre pechinas, formada por un alto tambor con ventanas, casquete semiesférico y linterna; la nave, cabecera y transepto se cubren con bóvedas de medio cañón con lunetos, todas decoradas con pintura mural.
El interior del templo es uno de los más suntuosos del barroco madrileño, donde la ornamentación sobrepasa los límites de lo arquitectónico. La decoración pictórica mural de la iglesia se centra en la cúpula y las bóvedas de la nave, cabera y brazos del transepto, así como en la capilla reservada, anteriormente coro bajo de las monjas. Fue realizada entre 1755 y 1757 por los hermanos González Velázquez bajo la dirección y supervisión del pintor italiano Corrado Giaquinto, como él mismo indica en la documentación conservada en el archivo de Palacio Real.
Según los expertos, las pinturas del casquete de la cúpula fueron realizadas por Antonio González Velázquez con la colaboración de sus hermanos. En cuanto a las pechinas, algunos autores opinan que fueron ejecutadas por Antonio, mientras que otros se decantan por Luis González Velázquez. No parece haber duda en atribuir a éste pintor las composiciones de las bóvedas: La Coronación de la Virgen en el tramo de la cabecera, La predicación de San Francisco de Sales y La Misa de San Francisco de Sales en los dos tramos de la nave, y las representaciones de San Fernando ante la Virgen y Santa Bárbara ante el Redentor, en los brazos del transepto.
Luis, Alejandro y Antonio González Velázquez, miembros de una amplia familia de pintores, eran hijos del escultor Pablo González Velázquez, con el que comenzaron su formación. Colaboraron juntos en numerosas ocasiones, especialmente como pintores murales.
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Restauración
Previa intervención, el estado de las pinturas de la bóveda, como el del resto de la decoración mural, presentaban un estado de conservación muy grave debido fundamentalmente a la acción de la humedad.
Presentaban una importante capa de suciedad sobre la superficie pictórica, así como exfoliaciones de la capa pictórica en forma de lascas de gran tamaño y mostraban pérdida de aglutinante. También se encontraron zonas con acumulación de sales solubles en las que se había producido una pérdida de capa pictórica en áreas extensas. Asimismo se habían producido oquedades y falta de cohesión de los morteros del soporte.
En primer lugar se procedió a la fijación y consolidación de las zonas más dañadas, en las que la pintura se estaba exfoliando y convirtiendo en polvo. Una vez fijada la pintura se ejecutó el tratamiento de limpieza con procedimientos mecánicos y químicos de los depósitos de polvo acumulado sobre la pintura y se eliminaron sales y repintes.
A continuación se realizó la consolidación de morteros, oquedades y estratos, mediante inyección con el material más adecuado según la naturaleza de los mismos, devolviendo la adhesión de los estratos de mortero entre sí y al propio muro. También se llevó a cabo el sellado de grietas y fisuras por inyección.
Después se procedió a la reintegración volumétrica y nivelado de las faltas de mortero con material y técnica análogos al original.
Finalmente se procedió a la reintegración cromática, basada en una idea de unidad en torno a la parte original de la obra, restableciendo la continuidad tonal de la superficie, así como la forma. En las lagunas localizadas dentro del original se realizó una reintegración cromática solo discernible a corta distancia, utilizando acuarelas con veladuras de color, mientras en las zonas perdidas por la humedad, la reintegración se realizó con acuarelas, igualando la forma y el color del original utilizando la técnica del tratteggio. La moldura dorada se limpió y se protegió con Incral 44.