
Arquitectos de Madrid: Francisco Javier Sáenz de Oiza
El avance industrial, tecnológico y social que se produce a lo largo del siglo XX llevó a la arquitectura a evolucionar como disciplina para dar respuesta a nuevas necesidades productivas y habitacionales, que se generaban sobre todo en las ciudades. La progresiva implantación de las vanguardias dio pie a un espacio de experimentación en el que los arquitectos, más que un estilo, buscaban carácter. Uno de los ejemplos más significativos de esta nueva generación es Francisco Javier Sáenz de Oiza,
Breve reseña biográfica
Francisco Javier Sáenz de Oiza (Cáseda, Navarra, 1918 – Madrid, 2000)
Hijo del también arquitecto Javier Sáenz Vallejo y María Oiza Sagüés, era el mayor de nueve hermanos. Criado en Sevilla, tras aprobar los dos cursos de Ciencias Exactas necesarios para ingresar en la Escuela de Arquitectura, se traslada a Madrid con su familia para estudiar. Discípulo de maestros como Torres Balbás, Luis Moya o López Otero, se licencia en 1946 obteniendo un premio al mejor expediente académico.
El primer reconocimiento profesional le llegará ese mismo año cuando recibe, junto a Luis Laorga, el Premio Nacional de Arquitectura por su proyecto historicista para la plaza del Azoguejo de Segovia. Galardón que volverá a obtener en 1954.
Ese planteamiento cambia en 1947, año en el que viaja a EEUU con la beca Conde de Cartagena y entra en contacto con la arquitectura norteamericana, una experiencia que marcará su estilo posterior y que lo convertirá en uno de los pioneros de la modernidad.
Oiza estuvo vinculado a la enseñanza a través de la Escuela de Arquitectura, donde fue catedrático de Proyectos y director, y en su estudio trabajaron jóvenes arquitectos como Moneo, Fullaondo o Vellés, entre muchos otros.
Además de Premio Nacional de Arquitectura en dos ocasiones, ha sido Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1987) y Príncipe de Asturias de las Artes (1993). Continuó trabajando hasta su fallecimiento, el 18 julio del año 2000.
Obra
La novedosa visión aparece en la nueva basílica de Aránzazu (Oñate, Guipúzcoa), en las que colaboran artistas como Oteiza, Basterretxea o Chillida, y la Iglesia Hispanoamericana de la Merced, en Madrid, proyecto del tándem Sáenz-Laorga que se impone al de autores de la talla de Fisac o Fernández Shaw.
Otro segmento desarrollado por Sáenz de Oiza, es la arquitectura residencial, pública y privada, sobre todo entre 1950-1970: construcciones más o menos experimentales para el Instituto Nacional de Vivienda y el Hogar del Empleado, o urbanizaciones en Fuencarral, Batán o El Ruedo, junto a la M-30.
Son edificios sobre todo funcionales, en los que en ocasiones introducía rasgos de la llamada arquitectura orgánica, una corriente que pasaba por integrar construcción, mobiliario y entorno de forma armónica, y de la que será una figura fundamental en España.
En este sentido, la vivienda privada será la que le dé más margen para experimentar. En Madrid, la obra más representativa de esta corriente será Torres Blancas, macroproyecto del que sólo se construye uno de los edificios y que le valdrá el Premio COAM 1972.
A este legado se suman edificios administrativos e institucionales de Madrid, como La Triada, el nuevo recinto ferial de IFEMA o la Torre BBVA. Fuera de la Comunidad de Madrid, cabe destacar el Palacio de Festivales de Santander o la Torre Triana, construido para la Junta de Andalucía en Sevilla.