



10 recientes Bienes de Interés Cultural
El compromiso de la Comunidad de Madrid con la protección de nuestro patrimonio cultural parte del firme convencimiento de su papel como elemento clave para el acceso de todos a la cultura.
Entre las labores desarrolladas para la protección del patrimonio cultural de la región destacan las declaraciones como Bien de Interés Cultural de aquellos bienes consideradas más relevantes, para asegurar el mantenimiento de sus valores y su transmisión a las futuras generaciones. Supone además una mayor protección legal y una garantía reforzada para su conservación.
Además, la selección y declaración de estos destacados ejemplos del patrimonio de la Comunidad requiere de una importante labor de investigación, consulta y coordinación con las diferentes instituciones implicadas para garantizar el adecuado equilibrio entre protección, uso y accesibilidad de los bienes.
Los últimos bienes declarados por la Comunidad de Madrid dan clara muestra de la calidad y heterogeneidad del patrimonio madrileño. Entre ellos nos encontramos desde obras del barroco pictórico, con pinturas de Zurbarán, Alonso Cano y Velázquez, a fortificaciones de la Guerra Civil o destacados ejemplos de arquitectura religiosa, desde el siglo XI al siglo XX.
Blockhaus 13
El “Blockhaus 13” constituye la máxima expresión de la arquitectura militar del periodo de la Guerra Civil (1936-1939) en la Comunidad de Madrid. Es la única construcción de esta tipología llevada a término y es uno de los pocos ejemplos de los que se cuenta con datos concretos sobre el contexto de su construcción, desde su planteamiento hasta cómo y quién lo construyó, la 2ª Compañía del 7º Batallón de Zapadores.
La localidad de Colmenar del Arroyo fue ocupada por el ejército sublevado en noviembre de 1936, convirtiéndose desde ese momento en un área de acantonamiento de tropas al servicio de la primera línea del frente.
A finales del año 1938, y ante el temor de que pudiera producirse una ofensiva republicana en este sector entre otros, los mandos nacionales ordenaron la creación de una red de defensas ubicadas estratégicamente junto a las vías de comunicación que permitieran contrarrestar el peligro empleando una reducida cantidad de efectivos. Para ello se ordenó la construcción de una serie de fortificaciones o “blockhaus” de hormigón junto a las principales carreteras de la comarca.
El término alemán “blockhaus” fue adoptado durante la Primera Guerra Mundial por los franceses para describir construcciones de hormigón llevadas a cabo a raíz de la estabilización del frente occidental.
El “Blockhaus 13” está incluido en el Plan de Fortificaciones de la Guerra Civil de la Comunidad de Madrid, que tiene como objetivo la revitalización del patrimonio local planteando un proyecto cultural común, basado en el binomio paisaje y patrimonio, a partir de la localización, catalogación, conservación y difusión de los restos materiales de la guerra en la región.
Descargue ► el DECRETO 309/2019, de 3 de diciembre, del Consejo de Gobierno, por el que se declara Bien de Interés Cultural, en la categoría de Zona de Interés Arqueológico la fortificación de la Guerra Civil (1936-1939) conocida como “Blockhaus 13”, situada en el término municipal de Colmenar del Arroyo.
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Para saber más sobre ésta y otras fortificaciones de la Guerra Civil:
También es posible saber más a través de la exposición itinerante Entre Fortines y Trincheras. Continuará su itinerancia, previsiblemente, a partir del 25 de junio en Chinchón:
Inmaculada, atribuida a Pedro de Mena
La escultura, atribuida al escultor granadino Pedro de Mena (1628-1688), pertenece al Real Monasterio de Carmelitas Descalzas de Santa Teresa. La escultura de la Inmaculada constituye uno de los escasos bienes ligado a la historia del primitivo monasterio con más de trescientos años de historia. Es una obra pequeña, propia de clausuras o devoción doméstica, cuyo ingreso en el convento probablemente se debió a la donación de un protector o devoto.
Con relación a la autoría de la Inmaculada, la tarea investigadora del padre agustino Andrés Llordén y de María Elena Gómez-Moreno permitió avanzar en el estudio del mencionado bien; la escultura es obra de su última década, y en cuanto a la actividad artística de dicho periodo no se tiene demasiada obra firmada o documentada.
Se trata de una obra singular por su gran calidad técnica, evidente en el virtuosismo con el que el escultor trabaja el manto, en los numerosos plegados que dan volumen a medio cuerpo, recreando las telas de finísimo grosor en los bordes y asimismo la túnica, en cuyas mangas se muestra la misma la riqueza de pliegues dejando ver los puños de la camisa de innumerables fruncidos.
Si en la última década, debido a la enfermedad, la obra del escultor fue objeto de la asidua colaboración del taller haciendo decaer la calidad, no fue el caso de la Inmaculada carmelitana, encargo de sus años finales que llevó a cabo directamente y que se considera la más bella de su etapa final y una de las mejores de su producción, destacando la esbeltez y elegancia unidas al sentimiento.
La escultura formó parte de la exposición “El triunfo de la imagen. Tesoros del arte sacro restaurados por la Comunidad de Madrid”, celebrada en 2015 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y organizada por la Dirección General de Patrimonio Cultural.
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La escultura formó parte de la exposición “El triunfo de la imagen. Tesoros del arte sacro restaurados por la Comunidad de Madrid”, celebrada en 2015 en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y organizada por la Dirección General de Patrimonio Cultural.
Convento-Monasterio de San Julián y San Antonio, en La Cabrera
El Convento-Monasterio de San Julián y San Antonio es el testimonio de lo que fueron estos conjuntos monásticos y su función desde un punto de vista histórico, social, arquitectónico, económico y cultural.
El importante papel de las órdenes religiosas y monásticas en el proceso de repoblación es un hecho constante que fue favorecido por los reyes en su política de colonización. A este fenómeno responde la presencia del monasterio de San Julián, posteriormente de San Antonio, ubicado al noroeste del término municipal de La Cabrera, a unos 2 km del pueblo.
El conjunto monástico está formado por una iglesia, numerosos restos de diferentes dependencias que se fueron construyendo a lo largo del tiempo y una zona de terrazas dedicadas a huerta y jardín dotados de un sistema hidráulico de riego.
La iglesia románica, posiblemente perteneciente a un monasterio benedictino, y construida hacia finales del siglo XI, responde a un proyecto de gran originalidad y valor arquitectónico. Para algunos especialistas responde a una tipología en relación con el primer románico catalán, ajena a la arquitectura que se estaba realizando en Castilla.
Por su parte, la red hidráulica es un proyecto realizado durante los siglos XV al XVII, aunque su origen posiblemente es anterior, unido a la construcción y desarrollo del convento. Constituye el único ejemplo conservado de este tipo de infraestructura hidráulica ligada a un complejo monástico en la Comunidad de Madrid.
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Para saber más sobre éste y otros monasterios de la Comunidad de Madrid, está disponible para descarga gratuita el libro “Camino de perfección. Conventos y monasterios de la Comunidad de Madrid”
Conjunto de dos pinturas tituladas Alegoría del Fuego y Alegoría de América, de Guillermo de Anglois
“Alegoría del fuego” y “Alegoría de América” son dos modelos o “cartones” para sendas colgaduras de la Tapicería del dormitorio de Carlos III en el palacio Nuevo de Madrid.
Los tapices correspondientes formaban parte de la cama. Realizados en lana, oro, plata y seda, se conservan en los almacenes del Palacio Real de Madrid.
La decoración del dormitorio del rey fue una de las labores ornamentales más ricas y cuidadas de las que se llevaron a cabo ex profeso para la residencia oficial del monarca. Se concibió como un importante proyecto iconográfico destinado a enaltecer la figura del rey y la Monarquía española en la que, por primera vez, el propio rey expuso, con el consejo de dos de sus hombres de confianza el arquitecto Francesco Sabatini y el primer pintor de cámara Antón Rafael Mengs, sus propios gustos.
Los cartones preparatorios se llevaron a cabo bajo la dirección de Mengs quien encargó el proyecto a Guillermo de Anglois en 1762, iniciador de la serie, siendo sustituido por José del Castillo en 1770, autor de los restantes. Anglois elaboró un programa que resultaba novedoso y original, al incorporar una serie de motivos decorativos que hasta ahora no se habían utilizado en la manufactura a base de grutescos, roleos de flores, animales y pájaros.
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Para conocer más sobre la relevante aportación de Carlos III en la Comunidad de Madrid, vea el vídeo de la exposición “Una corte pare el rey. Carlos III y los sitios reales” organizada por la Comunidad de Madrid.
Convento, Teologado e Iglesia de San Pedro Mártir de los Padres Dominicos en Madrid
La obra de Miguel Fisac (Daimiel, 1913- Madrid, 2006) es trascendental por sus aportaciones a la historia de la arquitectura española. Sus vivencias determinaron en gran parte su concepción de la arquitectura, especialmente la destinada a un uso religioso y en concreto del inmueble que nos ocupa.
Esta obra se considera clave en su producción arquitectónica, puesto que se engloba en su período de avance formal en el que plantea una relectura de la tradición, una concepción de la arquitectura como integradora de las artes y el dinamismo aplicado al espacio interior que tiene su origen en sus viajes a los países nórdicos.
El conjunto ha preservado a lo largo del tiempo la concepción arquitectónica original de Fisac, manteniendo sus valores originales intactos. Los espacios significativos que organizan el conjunto, como claustros y patios, el espacio eclesial, paradigmático del inicio de una etapa fundamental en la obra religiosa de Miguel Fisac y la sinceridad constructiva aplicada a los diversos edificios, son algunos de los rasgos distintivos de este proyecto que se conservan hoy en día.
Creador heterodoxo, visionario y apasionado de la arquitectura, su obra se caracterizaría por la sinceridad constructiva, la expresividad de la arquitectura desde su misma esencia y la investigación tecnológica y formal, a través de su predilección por el empleo del hormigón y el ladrillo.
Fisac consideraba que la concepción de un templo católico exigía unas peculiaridades específicas y, siguiendo la línea de su idea de arquitectura como “trozo de aire humanizado”, estimaba que las iglesias debían acoger o moldear un “trozo de aire sagrado” que reconectase al usuario con el misterio de lo divino. La belleza del espacio debía emanar de la propia arquitectura cuyos elementos principales debían ser la luz, la forma y el color. La forma y la luz que en este conjunto se verán complementadas por el tratamiento cromático de los espacios en los que intervienen importantes figuras de las artes plásticas del S. XX como Adolfo Winternitz, Pablo Serrano y Jose María de Labra.
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María Magdalena en el desierto, atribuida a Alonso Cano
Con un planteamiento alejado de cánones tradicionales, de gran belleza, intuición compositiva y excepcional tratamiento pictórico, en ella Alonso Cano recrea la figura humana envolviéndola en refinada belleza y sensualidad. El formato compositivo sumamente apaisado es poco frecuente, resuelto por Cano de forma magistral, así como los valores cromáticos y el tratamiento de la luz.
Alonso Cano (Granada,1601-1667) fue uno de los más completos artistas de su época, ya que además de la práctica de la pintura destacó como dibujante y diseñador y ejerció de igual manera la arquitectura y escultura.
La obra presenta a María Magdalena retirada a orar en una gruta, símbolo de su renuncia al mundo. Su imagen aparece representada en un medio natural de configuración rocosa. El autor se enfrenta a la superficie estrecha y alargada del lienzo acoplando la figura a dicho espacio arrodillándola e inclinando el cuerpo hacia delante.
La pintura formaría pareja con un San Jerónimo, de igual forma y medidas, ambas incorporadas en 2013 al catálogo de Cano. Se cree que ambas pueden pertenecen a su última etapa granadina, a partir de 1652, cuando ya contaba con la influencia madrileña patente tanto en la gama cromática empleada como en los pliegues del manto y a su vez en los rasgos distintivos de estos años que se aprecian en la monumentalidad e intensidad emocional de la figura.
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Iglesia parroquial de Santa María la Blanca en Canillejas
La iglesia parroquial de Santa María La Blanca en Canillejas (Madrid) constituye un sencillo ejemplo de arquitectura religiosa rural de los siglos XV y XVI.
Sin embargo, tiene el enorme interés de conservar dos techumbres de madera con decoración de lazo de tradición mudéjar, fechables a mediados del siglo XVI, que sobresalen tanto por su buena técnica como por su valor artístico.
Asimismo, es destacable el friso con decoración de esgrafiado a la cal que recorre todo el perímetro de la cabecera bajo el arrocabe, donde se ponen de manifiesto las novedades renacentistas tanto en la técnica como en los elementos decorativos, modalidad ornamental que cuenta con escasos ejemplos en la Comunidad de Madrid.
El lugar de Canillejas, situado al nordeste de Madrid, se encontraba en el Camino Real de Aragón, la vía de comunicación que unía la Villa y Corte con la ciudad de Alcalá de Henares. Una pequeña población que, sin embargo, adquirió cierta notoriedad por sus abundantes manantiales, huertas y jardines.
Según diversas opiniones, esta iglesia pudiera tener un posible origen como humilladero relacionado con una fuente natural cercana y zona de descanso para el trayecto, por su ubicación en el Camino Real de Aragón que unía Madrid con Alcalá de Henares y la gran Europa. Sin embargo, por sus características, parece responder más a una estructura de ermita cumpliendo las funciones de ermita e iglesia, asumiendo, por tanto, las funciones parroquiales.
Existe un documento en el que se informa de la presencia hasta en dos ocasiones de Santa Teresa de Jesús en Canillejas en el camino de sus fundaciones, lo que hace patente la importancia del lugar en el Camino Real.
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La iglesia ha sido recientemente restaurada por la Comunidad de Madrid. La primera parte del proceso de restauración puede conocerse en el siguiente vídeo.
San Francisco, atribuida a Francisco de Zurbarán
El cuadro de San Francisco es la obra de uno de los pintores más sobresalientes del Siglo de Oro español, Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598-Madrid, 1664). En él muestra su talento artístico para representar la religiosidad y la mística, esencial en el arte español del siglo XVII. Sin fecha ni firma está considerada obra autógrafa, siguiendo una tipología y una temática franciscana habitual en Zurbarán pero escasamente representada en las colecciones públicas españolas.
Zurbarán acudió a la representación de San Francisco frecuentemente. Después del Concilio de Trento y la veneración a los santos como modelo de salvación, el santo de Asís, fue un ideal a seguir por su vida ejemplar contemplativa, de austeridad, aislamiento y meditación. El pintor supo plasmar en el lienzo dichos valores, proporcionándole éxito entre las órdenes monásticas.
La pintura estuvo atribuida en principio a un seguidor de Zurbarán y tras la restauración, que dejó al descubierto la excelente calidad de la pintura, fue considerada obra autógrafa del pintor. El pintor acudió a la composición de San Francisco arrodillado en otras versiones. Entre ellas, el San Francisco que atesora el Museo de Arte de San Diego y el del Museo de Arte de Indianápolis. La pintura mantiene también analogías con otros trabajos del autor, en donde el santo muestra las mismas actitudes en oración o meditación o en el tratamiento dado a los ropajes.
Destaca en la misma el modelado y dibujo, la creación de volumen, el juego de plegados del hábito, la cuidada y austera representación de los objetos y el naturalismo de rostro y manos, el uso de la luz cuyo tratamiento envuelve la figura del santo en un gran sentimiento de espiritualidad y misticismo, así como el tratamiento del color, restringido a tonalidades ocres.
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Casa de Lucio Muñoz, en Torrelodones
La casa, construida en 1962, constituye una de las primeras obras del arquitecto madrileño Fernando Higueras. El trabajo fue realizado por encargo de sus primeros propietarios, los conocidos pintores Lucio Muñoz y su mujer Amalia Avia, y se inscribe en un ciclo de viviendas de artistas realizadas por este singular arquitecto (César Manrique, Lucio Muñoz, Nuria Espert, Pablo Serrano, Manuel López Villaseñor…) que, a su vez, guardó una especial relación con el mundo del arte y los artistas por su afición a la música, pintura, escultura y fotografía.
Fernando Higueras no se sometía a las tendencias dominantes, adelantándose en su tiempo a corrientes internacionales. Sus proyectos contienen una fuerte expresividad, con una coherencia interna poco común. Las 4 características más significativas que definen su arquitectura son la tradición, las analogías orgánicas y biológicas con la naturaleza, el estructuralismo y la gran creatividad. Entre sus referentes en arquitectura se encuentran figuras como Antoni Gaudí o Frank Lloyd Wright, cuyas influencias le llevaron a crear un estilo alejado del racionalismo de la época para crear una arquitectura informalista.
La casa es uno de los más importantes ejemplos de vivienda unifamiliar de la segunda mitad del siglo XX y ejemplo significativo de la arquitectura de Higueras por su factura original, lo innovador de su estructura en la que se combinan materiales constructivos tradicionales e innovadores y su magnífica inserción orgánica en el paisaje: se encuentra en un terreno inclinado con rocas y abundante vegetación y se sitúa en la parte superior de una ladera, en una posición estratégica, ya que queda a un nivel más bajo que la carretera de acceso, lo que garantiza la privacidad y la protección de los vientos del norte.
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Retrato de un clérigo, atribuida a Diego Velázquez
Se trata de una obra de destacable calidad técnica y artística, constituyendo un claro ejemplo del tipo de retrato que se estaba desarrollando en torno a la corte en la década de los veinte del siglo XVII. La pintura muestra afinidades con los retratos que Velázquez llevaba a cabo en dicho período. La tradición historiográfica manifiesta, además, una clara valoración de esta obra y se muestra favorable a la atribución velazqueña. La atribución a Diego Velázquez viene dada por semejanzas de calidad y de técnica con obras velazqueñas de la década de los veinte, entre los años 1623 y 1629.
Atendiendo al valor y excepcionalidad de la obra, se puede concluir que el autor, consciente de la importancia del retrato, muestra su habilidad para captar la autenticidad y la profundidad psicológica del personaje. En “Retrato de un clérigo” destaca la capacidad excepcional para transmitir individualidad y verismo. La pintura recrea una realidad física natural junto a la autenticidad del carácter de la persona retratada.
En 1623, Velázquez se traslada a Madrid, teniendo acceso a las Colecciones de Pintura Real e iniciando así un nuevo período, que duraría hasta 1629, año en el cual lleva a cabo su primer viaje a Italia. En estos años desarrolla una intensa labor como retratista, principalmente de personajes de la corte; pero también lleva a cabo retratos de hombres ilustres. Con relación a la identidad del retratado, se ha considerado la posibilidad de que fuera Francisco de Rioja (1583 – 1659), clérigo sevillano, escritor y teólogo relevante, coetáneo de Velázquez y secretario del Conde-duque de Olivares.
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